Partos (más) positivos
Hoy finaliza la Semana Mundial del Parto Respetado, que desde 2003 se celebra en distintos países con el fin de promover una manera segura de nacimiento, y una experiencia positiva para las mujeres y sus familias. Durante los últimos siglos el nacimiento de un ser humano sufrió un profundo cambio sociocultural; de ser un evento fisiológico, sexual e íntimo -rodeado generalmente de mujeres y guiado por la partería empírica- pasó a ser un evento médico asistencialista e intervencionista donde la mujer se transformó en una paciente. Por lo mismo hoy, según los expertos y las grandes organizaciones de salud, los esfuerzos están, o debiesen estar, en devolverles ‘su’ parto.
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"Si queremos cambiar el mundo en que vivimos debemos cambiar primero la forma en que nacemos". Esta es una de las frases más célebres del reconocido médico obstetra francés Michel Odent, que con sus más de 40 años de experiencia se ha convertido en un estandarte del llamado 'parto respetado'. Un concepto que lejos de ser nuevo, 'hippie' o revolucionario, hoy debiese ser, según los expertos, el modelo de nacimiento.Ya en 1985 la Organización Mundial de la Salud emitía una serie de recomendaciones basadas en la evidencia empírica, justamente para garantizar experiencias positivas en los partos, en desmedro de los cambios que sufrió este proceso fisiológico que desde la antigüedad, antes de que existiera la medicina moderna, se daba en el hogar o en lugares habilitados por la comunidad, en un contexto familiar, y siempre vivido en un ambiente predominantemente femenino, de cierta intimidad y guiado por la partería empírica (sin estudios). ¿Qué pasó en el camino? ¿Qué cambios históricos llevaron a institucionalizar el parto? ¿Cómo la mujer pasó de ser la protagonista a ser una paciente? ¿Por qué se estandarizó un proceso tan íntimo? Solo una serie de cambios multifactoriales responde a esas interrogantes.Parto, un oficio femeninoEn los orígenes de la humanidad, el parto, como el de todos los mamíferos, era un evento solitario. La evolución hizo, entre muchas otras cosas, que nuestro cerebro creciera, que nos pusiéramos de pie y que la pelvis se achicara, haciendo un poco más complejo parir. De ahí que se hizo necesaria la ayuda de terceros. Los primeros escritos sobre los sucesos del nacimiento son aportados desde el Antiguo Testamento, donde la ayuda a las mujeres en el parto se presenta como una actividad exclusivamente femenina y se nombra la presencia de la persona experta: comadrona o partera.Según sostiene la tesis doctoral de la antropóloga española María Jesús Montes "Las culturas del parto", "las mujeres fueron quienes prestaron apoyo al nacimiento, tarea atribuida por su condición femenina en una sociedad que menospreciaba su cuerpo", esto, según se explica, debido a que a las mujeres se les veía como impuras y contaminadas por sus funciones biológicas. Así, comadronas y parteras asistían los nacimientos, aunque los medios con los que contaban eran escasos y limitados. "La atención que se ofrecía al parto estaba más enfocada a "dejar hacer a la naturaleza", y solo cuando este se presentaba largo o difícil, utilizaban recursos como infusiones, sahumerios o ritos mágico-religiosos (...) Saberes que fueron una necesidad funcional por el lugar que ocupaban: la casa", escribe Montes en su tesis.Durante muchos años el nacimiento también fue asociado al espacio de lo misterioso, y la asociación entre nacimiento, mujer y brujería tuvo su presencia a lo largo de todo el periodo inquisitorial. Y como la medicina sobre las mujeres permaneció anclada hasta el siglo XVII, la presencia de la partera y el apoyo de otras mujeres como deber moral se siguió practicando durante siglos, ya que, como explica Montes, supuso la única asistencia cualificada a la que tuvieron acceso las mujeres en sus partos.El inicio del cambioDesde el siglo XVIII en Francia e Inglaterra comienza uno de los primero hitos importantes en la evolución del parto: la instrucción formal de matronas, aunque, como explica María Soledad Zárate, historiadora y académica de la Universidad Alberto Hurtado, autora de "Dar a luz en Chile, siglo XIX" y otros documentos relacionados con la asistencia del parto, en el caso chileno comienza poco después de la Independencia, en 1833, previo a la formación de médicos en la Universidad de Chile, inaugurada en 1842."La transición de partera a matrona da cuenta de la historia de un grupo de mujeres que tomó la decisión de estudiar este oficio bajo el esquema diseñado por la comunidad médica universitaria, mientras, paralelamente, la oferta asistencial de las parteras se encontraba aún en pleno apogeo", escribió la historiadora en un documento publicado el 2007, "Hacia la asistencia profesional del parto en Chile". Así, parteras y matronas convivieron por largo tiempo, ya que la asistencia por parte de matronas era más limitada a nivel nacional. Fue a partir de 1950 que el Servicio Nacional de Salud impulsó una serie de programas que distribuyeron a nivel nacional un número significativo de matronas.Por otra parte, hasta el siglo XVII en Europa la asistencia al parto estuvo exclusivamente en manos de mujeres, aunque existen algunas referencias donde en ciertos casos específicos se llamaba a algún cirujano en caso de dificultad. "La incorporación creciente de hombres obstetras en la asistencia del parto se dio desde mediados del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, pero para el caso chileno esto es más tardío, y tiene que ver con un mayor número de médicos titulados, aproximadamente desde 1920 en adelante", dice Soledad. Desde ese entonces, cirujanos y comadronas entraron en competencia y se definieron los límites de las prácticas de cada cual, asignándoles a las matronas la asistencia de los partos normales o sin dificultad.Otro de los hitos clave para entender la evolución que tuvo el nacimiento fue la transición demográfica ocurrida entre los siglos XIX y primeras décadas del siglo XX, que dieron paso a nuevas representaciones respecto de la salud y particularmente en la salud materna e infantil. "De altas tasas de mortalidad y fecundidad se pasó progresivamente a una reducción significativa de ellas", sostiene María Jesús Montes en su tesis doctoral. En Chile, el combate y la derrota de la fiebre puerperal desde 1870 en adelante fue clave. "Se trataba de una enfermedad infecciosa de alta mortandad que se fue reduciendo en la medida en que se comprendió la naturaleza del mundo microbiano y se introdujeron prácticas higiénicas o antisépticas en las maniobras obstétricas y atención de parturientas", explica Soledad Zárate.Así, con el cambio al siglo XX comenzó una lenta pero hasta ahora irreversible transición del parto domiciliario al hospitalario, y también se reafirmaron las bases de la hegemonía de la institución médica con poder sobre la salud, la enfermedad y el nacimiento. "Para el caso chileno, el Departamento Médico de la Caja del Seguro Obligatorio, fundada en 1924, y luego el Servicio Nacional de Salud, fundado en 1952, tuvieron como principales metas combatir la mortalidad materno-infantil, y una de las estrategias fue incrementar la asistencia profesional del parto, es decir, consagrar esta atención solo a matronas y médicos, lo que suponía eliminar a parteras o empíricas, aquellas que ejercían el oficio por tradición oral, sin preparación científica", explica Soledad Zárate.Y aunque la hospitalización del parto, principalmente entre mujeres pobres, trajo beneficios tales como la caída de la mortalidad materna por causas sépticas y no sépticas, también influyó la introducción del uso de las sulfa-drogas y antibióticos hacia fines de la década del 40. Gonzalo Leiva, matrón, docente y parte del directorio del Observatorio de Violencia Obstétrica, organismo que busca visibilizar, denunciar y acompañar a víctimas de violencia obstétrica, suma además otro factor importante en cuanto a la reducción de la mortalidad: la educación. "El aumento de la instrucción de las mujeres significó que se redujera la mortalidad rápidamente. Que la mujer chilena tuviese mayor acceso a años de escolarización desde la década del 50 tiene un impacto importantísimo en su vida, en su salud y en la posibilidad de cuidar a su hijo", dice.
