La calle suele ser el escenario donde los sucesos históricos, por la importancia que poseen, dejan su firma por décadas. En la historia reciente de nuestro país podemos citar varios casos. La crisis de diciembre de 2001, con el fin de la Alianza. Hecho marcado por un contexto de anarquía y manifestaciones continuas de la sociedad civil argentina, donde los espacios públicos fueron acaparados por los ciudadanos como lugares establecidos para acciones de debates y protestas contra el régimen gubernamental de aquel momento. El 8N durante el 2012, configuró una marcha en reclamo de libertad, justicia y seguridad. Nadie puede olvidar los conflictos de la Ley 125, donde las contingencias se derivaron a las calles y rutas. Y tampoco se puede omitir los paros configurados por la burocracia sindical argentina, antes Kirchnerista y ahora opositora.
Estos son tan solo algunos ejemplos de lo que la calle representa como expresión política en la Argentina. Es así que la participación y las demandas de los individuos en el espacio público son siempre de dicha índole, además de un derecho constitucional. Sostener que se puede manifestar, cortar calles o rutas o formar parte de diversas protestas sin hacer política es un error. Asimismo, las manifestaciones producen parte de la condición democrática que toda República debe tener, por ende, deben ser respetadas y tenidas en cuenta. El denominado 18F, con la marcha del silencio convocada por los fiscales ya conocidos por la mayoría de nosotros en memoria y reclamo de verdad por la muerte de su colega Alberto Nisman, aglutinó a muchísimas personas en lo que fue una manifestación masiva. Una vez más, la calle fue el marco perfecto para un acontecimiento que será recordado por muchísimo tiempo como un punto crucial en el panorama político de nuestro país. El espacio público nacional fue tomado por la ciudadanía a lo largo y ancho del país. La sociedad civil se manifestó en la calle como históricamente nos tiene acostumbrados y las cúpulas gubernamentales de Argentina se vieron interpeladas por esto aunque pretendan no demostrarlo. Cuando los ciudadanos actúan de manera colectiva, los gobiernos no deben subestimar las protestas. Los actos ciudadanos son un elemento fundamental del ejercicio de soberanía y lo ocurrido el 18 de febrero en diversas ciudades de nuestro país crea una serie de peticiones y demandas que el oficialismo no debe soslayar. La calle se convirtió nuevamente en el ambiente propicio para la acción colectiva directa de la población en busca de hacer oír sus reclamos. La lamentable muerte de Nisman despertó una profunda preocupación no sólo por la pérdida de la vida humana en sí, sino que su fallecimiento daña tanto a las instituciones republicanas como a la democracia. El arquitecto Julio Ladizesky, autor de "Los espacios de centralidad barrial: la calle y la plaza", expresa lo siguiente: "cada uno de los sectores interactúa con el espacio público inmediato y lo hace propio, imprimiéndole sus necesidades, sus actividades, su idiosincrasia, sus anhelos y deseos, en un vínculo estrecho que da cuenta de su identidad". Por esto, que las personas hayan salido a la calle, debería llamar la atención del Gobierno. Más allá de que solo se los escuche minimizar el 18F como una marcha opositora o se la critique duramente como un intento desestabilizador (es cierto que habrá, seguramente, poderes de facto que intenten utilizar esta movilización para su propio beneficio en la puja de poder que llevan adelante con el Kirchnerismo, no obstante, pretender generalizar este comportamiento hacia todos los ciudadanos que participaron es francamente descabellado). En fin, la marcha significó un hecho importante para lo que sucederá en la Argentina y todo se desarrolló en los espacios públicos, fenómeno interesante que se repite tanto en la historia nacional como mundial. Por otra parte, el Gobierno no debe desestimar lo que ocurrió el último miércoles y nosotros como ciudadanos debemos estar orgullosos por la participación colectiva directa y, también, debemos seguir sosteniendo el 18F como un reclamo genuino de la ciudadanía de nuestra República.Julián Lazo Stegeman