Zélika Alarcón de Tamaño 19 de Marzo 2023
Mi Gualeguay, cuna de poetas, músicos, pintores, inspirador en íntimo paisaje
Esta fecha, la del 19 de marzo, significa un año más de vida de nuestro querido Gualeguay, fecha que nunca pasa desapercibida para quienes como yo han sido bendecidos por una larga vida, por un largo caminar en este querido terruño entrerriano.
Créanme que haber vivido en este rincón argentino ha sido un privilegio, en donde la placidez del paisaje invita a la reflexión, a la paz interior. Tal vez, los espíritus inquietos no encuentren aquí el ideal para desarrollar su vida, por eso entiendo que muchos buscan otros horizontes. Sin embargo, aquellos que han soñado con un destino promisorio nos confiesan que fue muy difícil partir, que sueñan con volver, porque los afectos son muy fuertes, y las imágenes de nuestro río, de nuestras plazas y parque los convocan, sobre todo cuando las dificultades los acosan.
Regresan a mí imágenes de mis juegos infantiles en la plaza Constitución, a pocos metros de mi casa paterna, junto a mi hermano Beto, compañero de inocentes travesuras, o con mis amigas del barrio con quienes, ya adolescentes , en interminables caminatas en la misma plaza, intercambiábamos miradas y sonrisas con los muchachos con quienes nos cruzábamos. Ese ir y venir de nuestra juventud fue una singular costumbre que no recuerdo cuándo cayó en desuso. Tal vez, cuando en nuestras casas irrumpió la televisión abriéndonos una ventana al mundo, o cuando las nuevas generaciones con sentido más práctico encontraron la aproximación más directa, más franca, sin el sentimentalismo que caracterizó mi generación.
Ya queda muy poco de aquella vida pueblerina, en la que todos nos conocíamos, aquel Gualeguay de casas y jardines siempre abiertos, como invitando a la charla amigable en los días y noches de verano. Mis vecinos de calle San Antonio, Adolfo y Paula, Toni y Zulema, sentados en la vereda de sus casas, veían pasar la vida en la placidez nocturna al término de tórridas jornadas, siempre con el afecto y el respeto, el mismo que abrevamos de nuestros mayores.
Ya no se escucha la guitarra de aquel enamorado que osaba acercarse al balcón de la chica de sus sueños para ofrendar la melodía de su inquieto corazón. Hoy nos hieren los oídos, nos sobresalta el ritmo estentóreoque emiten los vehículos que pasan raudamente, sin compasión, convertidos en dueños de nuestras noches. Y me digo “ ya no soy de este tiempo”.
Sólo invoco a mis queridos hermanos, los que ya partieron, pero con los que uno de estos días nos reuniremos y volveremos a retomar tantos diálogos con Mario, Beto y Jorge, para volver a escuchar una vez más la guitarra de Higinio Cáceres, que más de una vez, en vida de nuestros padres, nos regalara sus melodías en noches de verano. ¡Qué hermoso hubiera sido escucharlo interpretar la melodiosa armonía de La Calandria! No alcanzó a conocerla, pero estoy segura que su interpretación hubiera sido impecable. Recuerdo a Cachete González, muy joven, quien una noche, acompañado por un guitarrista, (lamento no recordar quién era) nos regaló una serenata. Ahí comprendí que era mejor pintor que cantante...!
Mi Gualeguay, cuna de poetas, músicos, pintores, inspirador en íntimo paisaje, ha ido paulatinamente cambiando, urgido por la corriente de nuevos tiempos, los que con otra mirada, con otra pasión que muchas veces no comprendo, desoye el íntimo palpitar de la naturaleza, el profundo clamor de sus antiguos habitantes. Tal vez, en el transcurrir de los años, nuevas generaciones valoren aquel Gualeguay que se fue perdiendo en aras del progreso, al que apoyo, pero del que sólo ansío que no malogre su paisaje, su arquitectura, la plenitud del espíritu que nos identificara, que es nada más ni nada menos que el de nuestros abuelos.