Baldomero Fernández Moreno
PlenilunioSin tocar el timbre,sin batir la aldaba,sin sonar las manos,sin decir palabra,por la puerta adentrose entró la taimada.Me topé con ellaal salir de casa.No estaba de pié,ni estaba sentada,como quien esperaque los criados vayan.En las losas negras,en las losas blancas,del zaguán sonorode la casa hidalga,fresca de rocíoestaba acostada.Y no entre sus ropasmedio recatada,mas toda desnuda,nevada y dorada,por ahí tiradossus velos de plata,por los escalones,floja, derramada,la melena rubiacon perlas fantásticas,tal como una reinalúbrica y erradaque por esas callesfuera de parranda...No cambió de sitio,no me dijo nadacuando en la cancelaresonó mi planta.Lánguidos los miembros,las pupilas claras,sin aliento el pecho,la sonrisa extática,desde el pavimentome miró muy pálida.Topé con la lunaal salir de casa. Baldomero Fernández Moreno fue un poeta y médico argentino, nacido en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1886. Habiendo vivido unos años en España, la nación de sus padres, regresó a Argentina a los 13 años. Estudió medicina a la vez que se perfeccionaba en la literatura. Y es que su vida fue una fusión de dos vocaciones; supo conjugar su vocación por la salud, en el ámbito rural, con colaboraciones para diversas revistas y periódicos, además de sus publicaciones y su participación en la Academia Argentina de Letras. Un derrame cerebral fue responsable de su fallecimiento, el 7 de junio de 1950. En conmemoración a su vida, se ha colocado una placa de bronce en su casa y se le ha puesto su nombre a una calle porteña.Indudablemente, su obra más resonante es el soneto "Setenta balcones y ninguna flor". Sin embargo, Moreno llevó una vida poética sumamente productiva; publicó más de veinte poemarios. Su poesía no se apoya en la excesiva ornamentación ni en la ambigüedad sino que presenta una visión más tangible y accesible de la realidad, tendencia estilística que se conoce como sencillismo.SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLORSetenta balcones hay en esta casa,setenta balcones y ninguna flor.¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?¿Odian el perfume, odian el color?La piedra desnuda de tristeza¡dan una tristeza los negros balcones!¿No hay en esta casa una niña novia?¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?¿Ninguno desea ver tras los cristalesuna diminuta copia de jardín?¿En la piedra blanca trepar los rosales,en los hierros negros abrirse un jazmín?Si no aman las plantas no amarán el ave,no sabrán de música, de rimas, de amor.Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...¡Setenta balcones y ninguna flor!Me borré el doctor LA CUNAHoy no pudimos más, y envueltosdel crepúsculo azul en la penumbra,nos fuimos por el pueblo lentamentea comprar una cuna.Y compramos de intento la más pobre,mimbre trenzado a la manera rústica,cuna de labradores y pastores...Hijo: la vida es dura. LA HORQUILLA ABANDONADABaldomero Fernández MorenoHecha una fierecilla deliciosase arrojó de la cama en un momento.Vibró un instante la cadera de oro,rodaron por la espalda los cabellos,sonaron unos pasos por la alfombra,se abrió una puerta y se perdió a lo lejos.Y me quedé solo... Un poco de tristezay el olor a manzanas de su cuerpo.Pero una negra horquilla abandonadasobre las blancas sábanas del lechosu esbelta V a mi esperanza abríacomo iniciando esta palabra: Vuelvo.Rivadavia al 700Doblado casi sobre este nuevo balcónllega hasta mí la calle arrugada y afónica.Enfrente el edificio loco de "La Razón"y el otro telaraña de la Unión Telefónica.Las paredes opuestas se tocan con la manobajo un cielo porteño de seda inmaculada.Una antena construye su trama de mecano,y al fondo el rubor suave de la Casa Rosada.Rivadavia, a lo lejos, prolonga su palote,en las dos bocacalles el tránsito se aprieta.Erige la Intendencia su brujo capirotey el farol de "La Prensa" ensaya su pirueta.Más añosEn el café me he visto fugazmente al espejolas cóncavas ojeras y la faz amarilla;esto ya no es cansancio, esto es estar viejo...Canta en la porcelana, febril, la cucharilla.¿Por dónde, amigos míos, cederá el organismo?¿Será el mazazo sordo de muerte repentina,o, sombra miserable, parodia de mí mismo,cargaré muchos años la torre de mi ruina?Crepúsculo en medio del campoLa tardé está partida en dos bellas mitades:violeta hacia la izquierda, rosada a la derecha;el camino divide las dos inmensidadesterso como un mandoble, recto como una flecha.Palotes del teléfono, montes a la distancia,un charco con un brillo uniforme de acero,una como remota marinera fragancia,y el pájaro que anuncia con su trino el lucero.CrepúsculoRealmente uno no sabe si el ceñudo horizonte,por delante del cual un chispazo destella,es largo nubarrón o la quilla de un monte,ni si es la luz luciérnaga o rehilo de estrella.Que ya sobre la pampa no se advierte otra cosaque el borrón de unos árboles o unas vacas perdidas.A estas horas la brisa se torna misteriosay huele a juncos limpios y huele a algas podridas.Ahora se ve la estancia como en un turbio espejo:abollada la parva y la máquina gris.Lo que antes era llama, vibración y reflejo,ya no es otra cosa que rocío y matiz.Ahora ya no se advierte ni un signo de fatiga,ni una voz destemplada, ni un paso desigual.Todo entra en el regazo de la penumbra amiga:el corazón del hombre, la rueda del metal.Baldomero Fernández Morenoo.Borré la inicialde mi nombre feo.No quiero ser nadani malo ni bueno.Un pájaro pardoperdido en el viento.
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