Carlos Mastronardi (Gualeguay, 1901 – Buenos Aires, 1976)
Entrada en el desierto, poema póstumo de Carlos Mastronardi. Este poema fue escrito por el poeta en Gualeguay, donde regreso el último año de su vida y permaneció hasta pocos días antes de morir en Buenos Aires.
Entrada en el desiertoDicen que en este lugar he vivido,pero no reconozco ni personas ni casas,que si alguna vez miré, se disiparon.Paso junto a unas puertas y unos patios sin voces,indescifrables, mudos,como si los hubiesen dejado en un desierto.Nada de lo que tuve me espera en este pueblo.A quién preguntar por aquel árboly por aquel jilguero que cantabaen la serena siesta, si no quedan recuerdos,y las cosas existen y se afirmanen el pasado mutuo, cuando alguien las compartey no se derrumbaron con las almas.Soy el desconocido, el forastero,como siempre le ocurre a alguien que retornacuando ya se borró lo que fue suyo.Sólo advierto - quimera y simulacro -unas sombras ruidosas, unos rostros anónimos.Quiero saber de aquella madreselvaque era agasajo y sueño de unas tapiasrojizas, vacilantes por el lado del río.Nadie responde. Llegan los meses agradablesy es otra, sin embargo, esta delicia,esta luz que en noviembre inspira al pájaro.Regreso después de años, y me digoque en los acuerdos íntimos se asientala realidad incógnita. No hay señales ni me amparaesa querida gente que acaso huyó con ella.Ya no queda ninguna,ni siquiera enemigos para exaltar el ánimo.No encuentro el sauce pródigo que me obsequiaba sombra,ni esa piedra pulida por el tiempo,ni aquel grillo selvático que esperé muchas tardes.Yo estaba y era en ellos. Me ayudarona cavar el abismo del futuro.En las cosas me apago,ya que, agónica y siempre, la versátil sustanciavacila entre su fin y su principioen vaivén que consume nuestros días.Todos han muerto. Espejo sin imagen,enfrento una penumbra despoblada.El pasado se adueña de la nochey anda en el lastimado viento solo,que al desvelar distanciassufre un idioma de ladridos pobres.No hay un alma. Lo extinto reaparececuando la vida calla, y se apaciguapara sentir más cerca los ausentes.Busco una calle, piso unas baldosas,donde mis lentos pasos no resuenany doy con unas casas ignoradassin poder recobrarme. Soy ahora el extrañoque ha perdido las huellas del tiempo aquí dejado.Esperaba un jardín, y miro un páramo.El mundo real se oculta. Aquí no hay nada.Poema póstumo, Junio de 1976 Los mandatos ocultosTrabajo para un hombre insospechadoOculto en algún siglo venidero.Sin saber quién lo manda, está llamadoA ser mi realidad y mi heredero.Mi paso y el de todos los mortalesOigo en una desierta edad futura.Causando estoy las dichas y los malesQue aguardan a una incógnita criatura.Heredará mi sombra y será suyoEl dulce afán que mueve aquí mi mano,Mas habrá de ignorarlo. Quizás influyoSobre un sirviente, un juez o un asesinoCuyo puñal esgrimo yo, el arcano.Esa oscura maraña es el destino. MOTHER O LA VEJEZZaguán sin cartas. Nadie acude.Al piano, un vals que bailó el 900. Toca esevals, curvada y mínima sobre el teclado.Disgregación general. Maleza en los patios.Objetos sin dueño.Como en la infancia: nada tiene sentido.
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