Las obras de arte a través de los sentidos pasan al cuerpo y por el goce estético al alma, donde trascienden al componer una estructura que trata de penetrar el mundo de los valores supremos (la verdad. el bien, la belleza. Dios). Porque mediante los valores el hombre aspira a la trascendencia de su propia existencia. El fundamento del valor artístico reside en el fenómeno de la trascendencia y no el de las propiedades objetivas de las cosas.El valor de una obra de arte depende de su relación entre la naturaleza y los valores absolutos y no del placer o repulsión que la obra produce. Los valores son tan reales que están siempre en el hombre. Las obras de arte, como todas las de la cultura humana, son documentos que el hombre va dejando en esa lucha terrible por el logro de valores absolutos.Kant delimitó claramente la esfera de lo bello frente a la de lo verdadero y de lo bueno, estableciendo entre ellas una diferencia de naturaleza y no de grado; él fue quien diferenció al placer sensorial del estético.Por otra parte, una obra responde a un gusto pasajero y circunstancial y por ello adquiere un valor relativo al momento en que se crea, pero sólo alcanza categoría de obra de arte, por lo tanto valiosa universalmente, cuando además es símbolo de una absoluta creación del espíritu. Esta dificultad para diferenciar el aspecto relativo del valor del aspecto absoluto, es precisamente, el escollo que hay que salvar para la validez universal del juicio estético. Por esa razón "la Historia del Arte analiza y describe el gusto de las diversas épocas con el fin de discernir el momento en que el gusto se identifica con el arte por la fuerza del genio. Es ése el momento en que la Historia del Arte se identifica con el juicio crítico" .Descubrir la voluntad de expresión que anima al artista cuando representa objetos es ponerse en la vía de la comprensión total, aunque bien se comprenda que la investigación crítica no puede quedar allí. Hay una segunda posibilidad crítica que fluye de la primera y que se presenta casi simultáneamente con ella: el estudio de la mayor o menor similitud que hay entre los objetos representados y las imágenes pintadas. Se cree generalmente que en ella reside el secreto de la obra pintada o esculpida. Sería tan erróneo persistir en esa falsa concepción de la representación plástica, como propugnar la contraria. En efecto, el pintor o el escultor nunca reproducen fielmente los objetos que representan, los cuales no son más que vehículos necesarios de la emoción trascendente que los conduce a crear sus obras.No basta la mera comprobación de la mayor o menor similitud entre la imagen y el objeto representado, como polémicamente se acostumbra hacer, en que para unos basta que se compruebe la similitud para que se niegue la obra, valiéndose de pretendidos principios modernos; así como para otros basta que se compruebe el alejamiento de la similitud para que se la niegue, basándose en pretendidos principios tradicionales. Lo que importa es comprender el sentido íntimo que guía al artista y descubrir en la imagen las infinitas variaciones que ha establecido sobre la base del modelo natural para la creación de su forma plástica, pues así las variaciones cobran una expresión que escapa siempre a quien se encierra en el análisis menudo.Queda aún otra posibilidad del análisis crítico, el de los elementos técnicos de que se ha valido el artista para crear sus imágenes. Para esto habrá que ayudarse con el pensamiento de críticos e historiadores, incorporando los conceptos de ellos al propio acervo con actitud sincera y ahondando en su observación y meditación.No escapará al criterio del lector que el proceso que conduce al juicio crítico constituye un intento de racionalizar la emoción estética. El hombre que juzga rectamente una obra de arte ejercita al mismo tiempo su capacidad para sentir y para pensar. En el momento en que penetra en el mundo complejo de la obra para descubrir su valor simbólico, su sentido trascendente, ni solamente es un sensible, ni menos aún un intelectual. Por eso Benedetto Croce exige con mucha razón en el crítico de arte la triple condición de erudito, hombre sensible e historiador.Realizadas estas tareas con sinceridad y emoción, aún queda la posibilidad de que los juicios sean erróneos. Se piensa que para juzgar el arte del pasado el juez supremo es la Historia, a través de la cual las obras verdaderamente valiosas se van imponiendo, gracias a la permanencia de la emoción que provocan, por encima de fronteras temporales o espaciales. Por esta razón el juicio crítico va adquiriendo una progresiva objetividad y validez cuando se trata de estimar el arte del pasado; pero se muestra inseguro y vacilante cuando se trata del presente.Todo juicio crítico sobre el arte presente, por honrado y meditado que sea, siempre tiene una nota de provisionalidad que le resta validez objetiva, aunque posea el calor de una emoción auténticamente vivida.Nidya Rampoldi1. Fuente: Jorge Romero Brest, "Qué es una obra de arte", Emecé Editores, Buenos Aires, 1992. (laed., 1945, Ed. Poseidón.)EPílOGORiquísimo y valioso mundo de emociones, ideas, hechos, personajes, lugares y épocas es el acceso a la cultura. Las obras de arte son mensajes construidos con recursos especiales cuya combinación le da unidad. A través de la totalidad, el verdadero artista expresa su anhelo de belleza.Cuando un artista plasma su obra, leemos en su espíritu como si fuera en un inmenso libro abierto por la mano de un mago invisible. Nos abre horizontes ideales que enriquecen con un atributo más el conocimiento intuitivo del universo. Desde el instante en que atrapamos espiritualmente la significación oculta de su obra quedamos ligados a su vida interior. Es el secreto del arte. Hace visibles a los hombres por su sortilegio de encanto.Muchas veces el artista se embarca en su nave de coloridos pinceles y boga hacia el fondo misterioso del arte en busca de figuraciones diferentes: el tema de la pintura y la escultura lo perturban amorosamente y a él se entrega una y otra vez, en la inquietante búsqueda de un rostro único y diverso y lo apresa y lo fija, pero siente que se le escapa de nuevo y de nuevo se lanza con su red de colores en la mano hasta fijarlo muchas veces. En apariencia el boceto, perfil, paisaje -vino solo, pero sin duda enraizado en su trasmundo misterioso y antiguo de vivencias largamente acariciadas en el secreto de su alma donde se gesta la obra de arte.Cuando se pasa días y días sumergido en un continente de colores, de formas, de superficies tan claro y oscuro, tan callado y musical, tan colorido y transparente, tan hondo, purísimo y profundo, tan verdadero como la vida y la muerte, el tiempo de vivir se carga de sentido, se llena de una esencia misteriosa y sutil.Se tiene, en fin, la finísima conciencia de lo que la pintura y la forma significan en todos sus aspectos pero principalmente en su más pura y trascendente misión: despertar inquietudes sensibles, sugerir mucho más allá del color, de los trazos, de las formas, del todo; crear ámbitos misteriosos e inasibles y fecundar el alma de inquietud y belleza creadora. He aquí una imperfecta visión del mundo trascendente creado por los artistas. Daniel A. Gabriel"El Debate Pregón" agradece a la Arq. Nidya Rampoldi y a la Prof. Patricia Míguez Iñarra por habernos permitido publicar en nuestras páginas la obra completa "Formas y Colores". Es nuestro deseo que esta publicación sea de utilidad para los estudiantes de arte y para todos los que aman las expresiones artísticas ya que refleja con amplitud y autoridad la riqueza de nuestro patrimonio.