Apuntes personalísimos sobre la literatura(fragmentos) Debo haber tenido alrededor de 18 años cuando llegó a mí un concepto del entonces casi desconocido Enrique Molina. Era un reportaje donde él contestaba preguntas hechas por un periodista especializado en letras. Decía Molina: ""Para ser feliz en el ejercicio de la literatura, basta con renunciar a la tentación de hacer una carrera literaria".Mucho tiempo se ha deslizado desde el venturoso día en que leí e hice mío para siempre este concepto genial; genial desde el ángulo donde se sitúa, o debiera situarse, el artista; y genial desde el punto de vista humano..........................Este concepto pasó a ser el eje alrededor del cual empezó a moverse mi voluntad de expresión. A pesar del tiempo transcurrido desde este primer deslumbramiento, todavía me conmueve recordarlo. Me emociona que existan seres tan logrados en dos sentidos que considero importantes: el humano y el literario; que haya poetas que comprendan, así, como si nada, que el misterio de la creación lleva implícita en sí mismo la máxima gratificación a que podemos aspirar. Y que ese poeta sea, al mismo tiempo, una persona capaz de renunciar voluntariamente a la parafernalia que suele traer consigo la literatura, para aceptar, agradecido, ser nada más, y nada menos, que un instrumento de laCreación. Una línea de silencio para absorber una verdad tan profunda.Si bien es cierto que yo escribía desde la infancia, no me animaba a mostrar lo que escribía. Hay una anécdota familiar que explica esta actitud.Los Calo, apellido de mi madre, tenían una empresa familiar: eran panaderos. Mi bisabuelo, Antonio Calo, era un inmigrante italiano, sumamente trabajador. Mejor dicho, obsesivo con el trabajo. Su mujer, Fortunata Alarcón, y, por supuesto seis de los hijos del matrimonio, que eran siete, trabajaban de sol a sol en la panadería. Entre esa cuadrilla de gringos tan esforzados, les había salido un poeta: Juan Rogelio, que no hacía nada más que escribir y tocar la guitarra y cantar todo el santo día. La oveja negra de la familia. Ni hace falta explicar que el tío Juan Rogelio era muy mal mirado en todo el núcleo familiar y la mayoría de sus amistades.Todavía, en mi casa paterna, cuando alguno de mis hermanos (o yo misma) remoloneaba para cumplir una labor, mamá solía decirnos: "Ya apareció el tío Juan Rogelio". Yo no quería avergonzar a los míos. No quería ser como el tío Juan Rogelio.No sé por cuánto tiempo confundí algo tan maravilloso como un poeta, con un vagoneta. Incluso después de haber entendido el concepto intelectualmente, la valoración emocional continuaba firme. Entonces, para no parecerme al tío Juan Rogelio, (que tuvo el regalo de la amistad del escritor Carlos Mastronardi, y la del poeta Carlos Alberto Álvarez; y está mencionado en los primeros libros de Juanele como Tacuarita), hacía como si no escribía. No hacía pública mi vocación. Excepto por dos o tres compañeras del secundaria; y mi madre, (que, buscando protegerme husmeaba en mis cuadernos), nadie sabía que escribía.Un día, ya mayor, de pronto, empecé a sentir la urgente necesidad de saber si lo que yo hacía era algo que tenía algún valor o no. Y empecé a mandar sonetos (lo único que escribía entonces), de manera anónima, apenas firmados con mi segundo nombre de pila, a Radio Gualeguay, al programa del Señor Periodista Mario Alarcón. Mis sonetos parecieron haber pasado la prueba, ya que Mario estimuló a su autora a seguir escribiendo... Me envalentoné y me presenté a un concurso local. Para mi asombro, obtuve el primer premio. Entonces cobré confianza y empecé a presentarme a todos los concursos de los que me enteraba. He participado en muchísimos concursos. Tengo recuerdos materiales de muchos en que merecí una distinción. Y recuerdos emocionales, más vívidos, más valiosos. Estoy agradecida a los concursos, porque me permitieron relacionarme con gente maravillosa. Además, sirvieron para que ganara confianza, ya que soy básicamente insegura y no sé evaluar con justicia lo que escribo.......... Debo esperar un tiempo prudencial, (y, a veces, ni entonces) para que se desvanezca la ilusión y se pueda evaluar, más o menos, el poema en toda su dramática desnudez. ...............................................En cuanto a la "fama" literaria, me tiene sin cuidado. Yo escribo por gratificación interior. Y para ayudarme a aclarar ideas. Si a alguien más le sirve lo que escribo, ¡buenísimo!...... Nunca me consideraré una escritora "profesional". Creo que terminaré mi vida como "amateur", y no por humildad; sino por no quitarle el carácter lúdico a la actividad en la que me siento más plena.Los sanadores auténticos, los sanadores serios, que no cobran por sus servicios, porque entienden que es un don (y los dones no se cobran, se comparten; esa es la razón por la que jamás vendido un libro; los regalo), los sanadores verdaderos, decía, tienen perfectamente claro que ellos no sanan. Ellos son los canales por donde desciende la Energía Sanadora. Eso es, exactamente, palabra por palabra, lo que creo de la Poesía (y el arte, en general). LA POESIA YA ES. Existan o no los poetas. Nosotros los que garabateamos papeles, somos, apenas, instrumentos que Ella usa para expresarse a Sí misma. Y no estoy sola en esta creencia. Grandes pensadores, grandes músicos, han afirmado que, creado el clima apropiado, sólo hay que apostarse pacientemente, como un cazador de palabras (en el caso de los poetas) o sonidos (en el caso de los músicos) hasta que la Energía Sanadora baje hasta el Ser capaz de expresarla. Esta creencia, sea o no atinada, genera una recompensa bellísima: la de poder sentir una felicidad generosa cuando otro poeta consigue escribir algo que "nos pone el espíritu en estado de incandescencia"; como decía, y dice aún, Enrique Molina.......................Tuky CarboniNoviembre de 2011