Por primera vez, los comicios se desarrollaron sin largas colas, sin las confusiones que generaban los cortes de boleta y sin la proliferación de papeles que saturaban los cuartos oscuros. La BUP simplificó el proceso, otorgando al ciudadano el control directo de su elección y evitando que se distorsionara su voluntad por errores o manipulaciones.

Uno de los puntos más destacados fue la celeridad del escrutinio. Apenas minutos después del cierre de los comicios, los resultados comenzaron a consolidarse, y para las 21 horas ya se conocían los datos oficiales. Este cambio redujo drásticamente el margen para la especulación y las interpretaciones que tradicionalmente circulaban en los medios radiales y televisivos durante las horas previas al recuento oficial.

El nuevo sistema también implicó un ahorro considerable en la impresión de boletas, eliminando gastos excesivos que durante años recayeron sobre partidos y el Estado, además de reducir el impacto ambiental de millones de papeletas.

En suma, la experiencia de la Boleta Única en Gualeguay fue un paso firme hacia la modernización electoral, un modelo que fortalece la confianza ciudadana y marca el camino hacia elecciones cada vez más limpias, rápidas y equitativas.