Pbro. Jorge H. Leiva
Compartir con mansedumbre la esperanza
Este año, el domingo de la ascensión se celebra este 1º de junio, alrededor de 40 días después de la Pascua. Como todos los años- y éste en el contexto del jubileo- celebramos la jornada mundial de los medios de comunicación teniendo en cuenta el mandato misionero de Jesús.
Como todos los años, con anticipación, el sucesor de Pedro escribió su mensaje anual. En esta oportunidad el difunto papa Francisco dejó sus palabras con fecha 24 de enero, día de San Francisco de Sales, patrono de los comunicadores católicos.
El lema que eligió es el siguiente: Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones (cf. 1 P 3,15-16).
“En nuestro tiempo- nos decía Francisco- marcado por la desinformación y la polarización, donde pocos centros de poder controlan un volumen de datos e informaciones sin precedentes, me dirijo a ustedes convencido de cuán necesario —hoy más que nunca— sea su trabajo como periodistas y comunicadores. Su valiente compromiso es indispensable para poner en el centro de la comunicación la responsabilidad personal y colectiva hacia el prójimo”.
El papa Francisco nos invitaba a “Desarmar la comunicación” y decía: “Hoy en día, con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza (…) se usa la palabra como un puñal; se utiliza incluso informaciones falsas o deformadas hábilmente para lanzar mensajes destinados a incitar los ánimos, a provocar, a herir. Ya he afirmado en varias ocasiones la necesidad de “desarmar” la comunicación, de purificarla de la agresividad (…) Existe también otro fenómeno preocupante, que podríamos definir como la “dispersión programada de la atención” a través de los sistemas digitales, citó a un tal Tonino Bello diciendo que todos los conflictos “encuentran su raíz en la disolución de los rostros”.
Francisco citaba también a Benedicto XVI diciendo: «Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva».
Al final nos decía estas bellas enseñanzas: “…ante las vertiginosas conquistas de la técnica, los invito a cuidar sus corazones, es decir, la vida interior. ¿Qué significa esto? Les dejo algunas pistas.
Ser mansos y no olvidar nunca el rostro del otro; hablar al corazón de las mujeres y los hombres a cuyo servicio está dirigido su trabajo.
No permitir que las reacciones instintivas guíen la comunicación. Sembrar esperanza siempre, aun cuando sea difícil, aun cuando cueste, aun cuando parezca no dar fruto. Intentar practicar una comunicación que sepa sanar las heridas de nuestra humanidad. Dar espacio a la confianza del corazón que, como una flor frágil, pero resistente, no sucumbe ante las inclemencias de la vida sino que florece y crece en los lugares más impensados: en la esperanza de las madres que rezan cada día para ver a sus hijos regresar de las trincheras de un conflicto; en la esperanza de los padres que migran entre mil riesgos y peripecias en busca de un futuro mejor; en la esperanza de los niños que logran jugar, sonreír y creer en la vida incluso entre los escombros de las guerras y en las calles pobres de las favelas.
Ser testigos y promotores de una comunicación no hostil, que difunda una cultura del cuidado, que construya puentes y atraviese los muros visibles e invisibles de nuestro tiempo. Contar historias llenas de esperanza, teniendo en cuenta nuestro destino común y escribiendo juntos la historia de nuestro futuro.
Todo esto pueden y podemos hacerlo-agregaba el papa Francisco- con la gracia de Dios, que el Jubileo nos ayuda a recibir en abundancia”.
¡Recemos por mediación de Francisco de Sales para que le saquemos los puñales de la mano a las comunicaciones, para narrar la esperanza!