Pbro. Jorge H. Leiva
La esperanza y el feudalismo actual
Dicen los historiadores que el feudalismo era el sistema de las sociedades medievales europeas de los siglos X al XIII en el que se establecía una jerarquía social basada en el control administrativo local y la distribución de la tierra en unidades (feudos).
Un
terrateniente (señor) entregaba un feudo, junto con una promesa de protección militar y
legal, a cambio de un pago de algún tipo por parte de la persona que lo recibía (vasallo).
Hoy de algún modo-dicen algunos pensadores- hemos regresado a un sistema parecido sin
darnos cuenta y a esa realidad se la llama “tecno feudalismo”. Este es un concepto que se
basa en una analogía con el sistema feudal histórico, pero adaptado al contexto de la era
digital y la economía globalizada. En el feudalismo tradicional, la estructura social estaba
claramente jerarquizada, con señores feudales que poseían la tierra y los siervos o
campesinos que trabajaban en ella, a cambio de protección y una parte de la producción.
Este sistema creaba una dependencia directa de los siervos hacia los señores, quienes
ejercían un control significativo sobre la vida económica, política y social de la época.
Hemos pasado entonces de señores feudales a señores digitales en la era digital; el tecno
feudalismo sugiere una estructura similar, donde las grandes corporaciones tecnológicas,
asumen el papel de los señores feudales. Estas compañías controlan los territorios digitales
esenciales, como los datos y las plataformas en línea, que son fundamentales para la
economía y la sociedad contemporáneas. Los usuarios de estas tecnologías, por su parte, se
asemejan a los siervos del feudalismo, dependiendo de estas plataformas para una variedad
de actividades diarias, desde la comunicación y el consumo hasta el trabajo y el
entretenimiento. En este sistema, las empresas tecnológicas ostentan poder no sólo a través
de la acumulación del dinero, sino también mediante el control de la información y los
recursos digitales, lo que les permite influir en gran medida en la economía y en la toma de
decisiones políticas. Al igual que los señores feudales tenían poder sobre la vida de los
siervos, las empresas tecnológicas tienen la capacidad de influir significativamente en la
vida de los usuarios, dictando no sólo las condiciones de uso de sus servicios, sino también
recopilando y utilizando datos personales, a menudo de forma opaca y sin el pleno
consentimiento de los individuos. El tecno feudalismo también refleja una disminución de
la movilidad social y económica, similar a la observada en el feudalismo clásico. En el
mundo digital, la concentración de poder y capital en unas pocas entidades limita la
competencia y la innovación, creando barreras para el ingreso de nuevos actores y
restringiendo las oportunidades para las pequeñas empresas y los emprendedores.
El Papa León XIV ha expresado gran preocupación por el impacto de la inteligencia
artificial (IA) en la sociedad, especialmente en el desarrollo intelectual, neurológico y
espiritual de niños y jóvenes. Afirma que la IA plantea desafíos para la defensa de la
dignidad humana y la justicia, y que cualquier desarrollo futuro debe guiarse por un criterio
ético superior que priorice el bienestar humano. ¿Qué margen nos queda para todo esto a
los ciudadanos de a pie?
Recuerdo lo que decía el poeta uruguayo Mario Benedetti desde nuestro lejano “sur del
planeta”: “aquí abajo, abajo cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo
omite/ y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo
que era un imposible/ que todo el mundo sepa que el sur también existe”.