Pbro. Jorge H Leiva
La esperanza y la luz
Detengámonos en la imagen poética de la luz: la poesía, mediante el uso de palabras o las frases evoca los sentidos y disparan respuestas emocionales ya que la imagen poética está encausada a crear el efecto de la belleza.
¿Cómo se usa la imagen de la luz en la poesía? La luz puede representar el descubrimiento de la realidad, la creación de un momento temporal o el fuego, que es un símbolo universal de la vida, representa el descubrimiento de la realidad y su creación. Se relaciona también con el fuego, que es un símbolo universal de la vida.
Para San Juan de la Cruz (quizá el poeta más importante de nuestra lengua) la luz era la transfiguración, mientras que la noche era el exceso de luz divina. Para él, la noche oscura era un camino de purificación y desolación que los místicos atraviesan para unirse a Dios.
San Juan de la Cruz fue un escritor místico que vivió entre 1542 y 1591.
Uno de los símbolos que utilizó San Juan de la Cruz es el de “la noche oscura del alma”, que es el tema principal de su poema más destacado. El madero húmedo que se transforma en una brasa incandescente-nos enseña ese santo- simboliza la unión transformante de amor. La aventura amorosa, el fuego del amor, entre el hombre y la mujer, simboliza el amor de Dios por la humanidad. Pero para Juan de la Cruz una cosa es la tiniebla del alma atrapada por los apetitos (las adicciones) y otra es la noche oscura la que prenuncia el desposorio, la que purifica: “En una noche oscura, /con ansia, en amores/inflamada,/ ¡oh dichosa ventura!,/salí sin ser notada,/estando ya mi casa sosegada” decía bellamente nuestro santo carmelita.
Cuando en los bautismos los padrinos reciben la vela encendida que toman del cirio el celebrante les dice: “Reciban la luz de Cristo. A ustedes padres y padrinos, se les confía el cuidado de esta luz, a fin de que este niño, que ha sido iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz y, perseverando en la fe, pueda salir al encuentro del Señor, con todos los santos, cuando venga al final de los tiempos”.
Es que todo ser humano está llamado a reflejar la luz: Dice bellamente Peteco Carabajal: “La luna es un terrón/que alumbra con luz prestada” y dice ahora el himno del jubileo: “lama viva para mi esperanza, /que este canto llegue hasta tí,/seno eterno de infinita vida, /me encamino, yo confío en ti”.
A veces nuestro desorden interior nos lleva a la tiniebla del egoísmo auto-referencial y muchas veces nos dejamos atrapar por la moda que nos vuelve individualista para transformarnos en consumidores compulsivos; lejos de la meditación y de las celebraciones auténticas no hay luz y no existe la posibilidad de descubrir las noches oscuras que anticipan amaneceres: sin meditación no hay luz no hay esperanza.
Este día 2 de febrero celebraremos la fiesta de las “Candelarias” con el rito de las velas bendecidas para pedir al cielo la gracia de tener verdadera luz y reflejarla en nuestras casas como “terrones alumbrando con luz prestada”.
Es necesario dejar de ser un madero húmedo que no da claridad ni energía y dejarse encender como Fuego de amor.