Las instituciones siempre por delante
Nuestra república es relativamente nueva si consideramos que su recuperación data de 1983. De todos modos, esta característica no se traduce en debilidad.
Desde la vuelta de la democracia hasta ahora han existido diversos episodios que ubicaron en una situación límite y de fragilidad al sistema republicano nacional. Por ejemplo, los Levantamientos Carapintadas durante la década de 1980 y comienzos de 1990 o la hecatombe socioeconómica y política del 2001. Sin embargo, lejos de dañar el estilo de vida democrático, estos sucesos han demostrado la robustez y la solidez del régimen republicano imperante en nuestro país. Varios son los motivos que explican esta positiva realidad. Sin lugar a dudas, uno de los más importantes es la conciencia nacional establecida en la sociedad argentina, la cual deriva de una memoria colectiva forjada a partir de no volver a experimentar aquellos tristes y dolorosos episodios de nuestra historia signados por los golpes de Estado y la consecuente obstaculización de la vida democrática nacional. Afortunadamente, la ciudadanía demuestra un profundo aprendizaje sobre aquellos momentos y ésto le ha posibilitado resolver, incluso, los problemas más duros siempre dentro de los marcos republicanos que establece la Constitución.
Actualmente, entre otras razones por la situación límite a la cual nos expone la pandemia del COVID-19, estamos experimentando el recrudecimiento de una grieta que, si bien se revitalizó luego de lo que fue la debacle menemista seguida del desastre de la Alianza a finales de la década de 1990 y comienzos del nuevo milenio respectivamente, se remonta aproximadamente a los años 40' y albores de los años 50'. Esta mencionada revitalización referida anteriormente está relacionada a la "repolitización" que experimentó nuestra sociedad luego del descreimiento y la decepción que había generado la clase política en la población durante los períodos de gobierno comentados en este párrafo, descreimiento y decepción que se pueden sintetizar en la famosa frase "que se vayan todos".
Con la "repolitización" se estableció un profundo sentimiento de compromiso e involucramiento en la actividad política por parte de diversos sectores de la sociedad. Como es de suponer, este escenario derivó en el aumento de los disensos y las posiciones antagónicas entre los diferentes actores que componen el entorno político y la opinión pública nacional. Sin lugar a dudas, esta situación es sumamente saludable en el seno de cualquier democracia. Siempre con la Constitución como eje, la diversidad de opiniones genera debates que promueven el funcionamiento republicano.
Ahora bien, así como, por un lado, la democracia en nuestro país ha dado claras muestras de solidez y, por el otro, la grieta puede significar un concepto sano siempre y cuando los disensos mediante el diálogo ayuden a crear consensos, es imperioso recordar constantemente que haber llegado a este punto, en donde las problemáticas se resuelven dentro de los límites que establece la Carta Magna, está ligado al aprendizaje que significó atravesar un lamentable camino por fuera de los regímenes republicanos y tomar conciencia para que ésto no vuelva a ocurrir. En este sentido, es fundamental repudiar aquellas acciones que, en el contexto de la grieta y las contingencias sociales, intentan desarrollarse mediante prácticas que pueden llegar a comprometer las instituciones y los pilares de la democracia.
Desde los agravios entre el oficialismo y la oposición, pasando por las polémicas sesiones en el Congreso hasta las filtraciones de los números de teléfono personales de diversos funcionarios públicos que han derivado en amenazas hacia ellos y sus familias o el legítimo reclamo salarial de la policía bonaerense pero bajo formas poco republicanas como ir a rodear armados y en patrulleros la residencia presidencial, son muestras claras registradas en estos últimos días que ejemplifican algunas acciones que ponen a prueba de manera innecesaria la robustez de nuestro sistema republicano.
Tal vez la solidez democrática en la cual vivimos nos haga naturalizar un régimen que costó mucho conseguir. Por este motivo, es pertinente recordar continuamente que las instituciones siempre van por delante de la gestión gubernamental y las demandas de la sociedad civil.
Julián Lazo Stegeman