Pbro. Jorge H. Leiva
Sexualidad integral y educación
En estos días ha vuelto a ponerse en el debate público lo que se ha llamado en los últimos años ESI, es decir educación sexual integral.
Vino a mi memoria en torno a este tema tan importante lo que escribió el sabio papa Benedicto XVI en “Deus cáritas est”: “El eros, degradado a puro «sexo», se convierte en mercancía, en simple «objeto» que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera, intenta convertir en agradable e inocuo a la vez. En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano, que ya no está integrado en el conjunto de la libertad de nuestra existencia, ni es expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que es relegado a lo puramente biológico. La aparente exaltación del cuerpo puede convertirse muy pronto en odio a la corporeidad. La fe cristiana, por el contrario, ha considerado siempre al hombre como uno en cuerpo y alma, en el cual espíritu y materia se compenetran recíprocamente, adquiriendo ambos, precisamente así, una nueva nobleza. Ciertamente, el eros quiere remontarnos «en éxtasis» hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación…”
Decía Benedicto también que en el camino del amor según el libro bíblico llamado “Cantar de los cantares” hay una especie de itinerario que va desde el deseo hacia la entrega: “… el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca (…) el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es «éxtasis», pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios: «El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará» (Lc 17, 33), dice Jesús…”
A San Agustín se le atribuye esta copla que quizá tendríamos que saber todos de memoria y repetir todos los días: “Vive amando, ama sufriendo/, sufre callando/ siempre sonriendo".
Pensemos también que cuando no somos responsables de nuestra sexualidad no somos responsables de la dignidad: detrás de nuestra lujuria esta la falta de respeto, las vidas no deseadas (y quizá lamentablemente abortadas), la falta de pudor, el autoerotismo. Con la sexualidad degradada el otro deja de tener corazón y se percibe como un mero cuerpo-objeto expuesto a la mirada invasiva o a la mercantilización: sepamos que una de las formas de esclavitud que ha regresado a la humanidad es la que está ligada a las redes de prostitución.
Hoy se hace más urgente que la educación sea realmente integral en este aspecto de tal modo que desde una visión meramente biológica y genital se conduzca a las nuevas generaciones a dimensionar la sexualidad en el gran marco de la persona, la familia, las civilizaciones.