Razón crítica
Ciencia e ideología: una cuestión de supervivencia
En la actualidad, los debates globales suelen estar contaminados por intereses políticos, sesgos ideológicos y teorías conspirativas que buscan desacreditar el conocimiento científico.
El cambio climático es uno de los temas más afectados por esta distorsión de la realidad. Mientras la comunidad científica internacional acumula pruebas irrefutables sobre el calentamiento global y su origen en la actividad humana, sectores negacionistas insisten en desestimar la evidencia y presentar el fenómeno como un proceso natural o incluso como una farsa.
Sin embargo, la ciencia es clara: el planeta se está calentando a un ritmo sin precedentes y este cambio no responde a causas naturales, sino a la acumulación de gases de efecto invernadero producto de la actividad humana. A lo largo de décadas, instituciones de renombre como la NASA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Scripps Institution of Oceanography, Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) de Brasil, entre muchas otras, han recopilado una abrumadora cantidad de datos que confirman esta realidad.
El cambio climático en números: la evidencia irrefutable.
Desde la Revolución Industrial, la temperatura media de la Tierra ha aumentado aproximadamente 1,2°C, y la última década ha sido la más calurosa desde que se tienen registros. Solo en los últimos 50 años, la temperatura global ha subido a un ritmo de 0,2°C por década, y el año 2023 fue el más caluroso de la historia, con una temperatura media 1,48°C por encima de los niveles preindustriales.
El NOAA y la NASA han registrado un incremento en los niveles de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera, que ha pasado de 280 partes por millón (ppm) en la era preindustrial a más de 420 ppm en la actualidad. Esta cifra representa el nivel más alto de CO₂ en al menos 800.000 años, según datos obtenidos de los núcleos de hielo analizados por la Scripps Institution of Oceanography y el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC).
El metano (CH₄), otro potente gas de efecto invernadero, ha aumentado un 150% desde la era preindustrial, alcanzando más de 1.900 partes por mil millones (ppb) en 2023, según el NOAA. Este gas tiene un potencial de calentamiento global 80 veces mayor que el CO₂ en un período de 20 años, lo que lo convierte en una amenaza inmediata para el clima.
Más del 90% del calor atrapado por los gases de efecto invernadero ha sido absorbido por los océanos, lo que ha provocado un aumento en la temperatura media del agua. En 2023, se registró la temperatura oceánica más alta jamás medida: 21,1°C.
Los cambios también se reflejan en la criosfera. Las observaciones satelitales de la NASA y la ESA (Agencia Espacial Europea) muestran un retroceso alarmante en los glaciares y la capa de hielo del Ártico y la Antártida. La extensión del hielo marino del Ártico se ha reducido en un 13% por década desde 1979, y en Groenlandia la pérdida de hielo se ha cuadruplicado desde 1990, con una disminución de 280.000 millones de toneladas de hielo por año.
Las investigaciones del INPE de Brasil también han señalado que la deforestación contribuye al cambio climático al liberar grandes cantidades de dióxido de carbono (CO₂) a la atmósfera. En este sentido, la destrucción de la selva amazónica no solo reduce la capacidad de absorción de CO₂, sino que también convierte a la región en una fuente neta de emisiones de carbono, agravando el calentamiento global. Estos hallazgos subrayan la importancia de las políticas de conservación y reforestación en la Amazonia para mitigar los efectos del cambio climático y preservar la biodiversidad de la región.
Enfrentar el cambio climático con racionalidad y sin extremismos.
El cambio climático es una realidad innegable y requiere una acción urgente basada en la ciencia. Sin embargo, esta acción no debe confundirse con una postura extremista que reniegue del progreso humano o de toda actividad económica e industrial. La solución no es un rechazo absoluto a los combustibles fósiles, la industrialización o la tecnología moderna, sino una transición progresiva y sostenible hacia un modelo más eficiente.
El hombre no es un ente ajeno o enemigo de la naturaleza. Forma parte del ecosistema terrestre y su desarrollo no debe verse como inherentemente destructivo. La ciencia ha permitido avances que han mejorado la calidad de vida de la humanidad y, al mismo tiempo, ha dado herramientas para minimizar el impacto ambiental sin necesidad de retroceder en términos de progreso. Lo cual, a su vez, es imposible en términos prácticos.
Por ejemplo en nuestro país, la industria del salmón, prohibida en Tierra del Fuego por algunas de las consecuencias ambientales que ha tenido el modelo de producción chileno. Sin embargo, los efectos negativos de la salmonicultura dependen de la forma en que se maneje. Con control adecuado, se pueden mitigar problemas como la contaminación por desechos o la propagación de enfermedades. Además, como se mencionó, algunas de las críticas más severas provienen de modelos intensivos mal regulados, no de toda la industria en general.
Otro ejemplo, esta vez a nivel global, es la industria y la generación de energía. La solución no es cerrar fábricas ni renunciar a la electricidad, sino invertir en tecnologías más eficientes, como la energía solar, eólica, nuclear y el desarrollo de nuevas formas de almacenamiento de energía. La transición energética debe ser planificada sin afectar el crecimiento económico ni el bienestar de las sociedades.
El cambio climático no es un problema ideológico ni una conspiración, sino una realidad científica. Combatirlo requiere decisiones racionales y políticas públicas basadas en la evidencia, sin caer en dogmatismos que paralicen el desarrollo humano ni en negacionismos que ignoren la urgencia del problema.
Negar el cambio climático en el siglo XXI no es solo un error intelectual, sino una irresponsabilidad con consecuencias devastadoras. Si la humanidad no actúa de manera urgente para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento global seguirá avanzando, afectando la biodiversidad, la economía y la estabilidad de las sociedades.
La ciencia nos brinda las herramientas para enfrentar este desafío sin necesidad de renunciar al progreso. En tiempos de desinformación y discursos manipulados, confiar en la ciencia no es una cuestión de ideología, sino de supervivencia.
Julián Lazo Stegeman