Juntos, a la par

Esta es la historia de Alfredo e Irma, dos almas que están unidas hasta el final. Ellos ya son dos abuelos, él lleva bien puestos sus 83 años y ella sus largos 80. Se conocieron de muy jovencitos cuando vivían en campos vecinos. Ambos de familias muy humildes y de muchos hermanos.
Él taxista, luego de haber tenido que ser marinero, luego de haber tenido que ir a derrocar a Perón, luego de trabajar años en el campo. Le gustaba mucho estudiar y siempre se dio maña para armar e inventar cosas nuevas. Su mayor compañía en todo momento fue la radio, la que él mismo aprehendió a armar por encomienda y que cuando la escucho funcionar por primera vez, se largó a llorar, igual que cuando me lo contó a mí. Sus manos ya están muy arrugadas, al igual que su cuerpo que ya no se parece al Alfredo de 30 años que habita en él. En el último tiempo, su rostro adquirió una marca muy especial a causa de un cáncer de piel que volvía y volvía. A él le da un poco de vergüenza, pero a su familia le enorgullece, porque es una marca de una lucha ganada porque siempre anda con ganas de seguir. Se vive quejando de que por ese mismo motivo ya no puede escuchar, pero igual siempre busca entenderlos a todos y todos intentan hacerse entender. Tiene un amigo, por ejemplo, Mario, que le puso una luz al timbre de la casa que se enciende cada vez que alguien toca. También sé que extraña su auto, ese viejo Ford Falcón que tuvo que vender porque ya no pudo seguir manejando, pero se las arregla muy bien caminando.Ella, ama de casa, costurera y con un pico muy charlatán. Tuvo su negocio de ropa en la esquina de la casa que pudieron comprar cuando él sacó la lotería una vez. Su historia es un poco más sufrida y quizá fue eso lo que la hizo ser un poco más fría. Pero ellos se supieron entender y juntos formaron una familia. Tuvieron dos hijos, Liliana que nació primero y "Gustavito", como le dice Irma, que llegó 10 años después mientras Alfredo estaba de viaje con el taxi y madre e hija tuvieron que partir solas a la clínica.Los años pasaron, los hijos se fueron de casa, comenzaron a formar sus familias y ella se enfermó de Parkinson. Comenzó a tomar decenas de medicamentos por día y a lo largo del tiempo fue empeorando. Su mente comenzó a fallar, típico de la enfermedad que muta por tanta medicación y años de tratamiento, así que tuvo que dejar de hacer todas las cosas que hacía. Alfredo logró jubilarse recién a sus 72 años y allí empezó a dedicarse a su esposa por completo. Empezó nuevamente a cocinar, a lavar, a limpiar, a hacer los mandados... Mantuvo a Irma en su casa todo lo que más pudo, no quería dejarla ir y aún no quiere, pero llegó un momento hace un año en el que él ya no podía más, su cuerpo ya no es el mismo y tuvo que resignarse. Con todo el dolor del mundo, la llevó a un hermoso hogar donde está acompañada todo el día, le hacen todas las mañas posibles y las chicas la cuidan como si fuera su mamá. Desde el día cero, él nunca dejó de ir. Así llueva se las arregla para ir todas las tardes a verla. Aun cuando viajaba todos los días a Paraná a hacerse rayos y llegaba cansado... Siempre le está llevando postres, porque ella es muy dulcera, y le da siempre la cena especial que su hija le prepara. Hace un tiempo ya que ella está en cama, ya no se mueve, generalmente no se despierta y ya no lo conoce, pero él siempre está ahí, sosteniéndole la mano. Tiene una silla junto a su cama y ahí se queda todito el tiempo que está. A veces se quedan dormidos juntos, como antes. También hay días en que ella lo conoce y llora, porque se da cuenta, porque se acuerda. Y le dice: "te quiero, que lindo que estas" y al rato se vuelve a dormir y ya no se acuerda más. O también hay días que se despierta peleadora y le dice que está viejo y feo. Lo mismo hace con sus hijos y nietos, a veces, muy de vez en cuando, está, vuelve, se conecta por dos segundos, se acuerda y les dice algo lindo. Una secuencia corta, espontánea y esporádica pero que todos disfrutan mucho. Al final del día, él le da un beso en la frente y vuelve solo a casa caminando, intentando distraerse para disminuir la tristeza.Ellos han demostrado que el amor cruza cualquier frontera y que cuando es de verdad dura para siempre. Seguro que no fue perfecto, ni color rosa, pero supieron entenderse y sobrellevar cualquier adversidad. Y lo sé, porque son mis abuelos. Seguro sus almas sigan unidas y en la próxima vida se vuelvan a encontrar. Por ahora, siguen disfrutando el tiempito que les queda juntos en esta.Marilina Camino Gomensoro
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios