Pbro. Jorge H. Leiva
“Rencor e ira son detestables”

Decía el controvertido escritor Nietzsche que “Nada en la tierra consume a un hombre más rápidamente que la pasión del resentimiento.
Y afirmaba un predicador en estos días que las personas hiper-sensibles son más rencorosas por tendencia y como perciben demasiado el daño se escandalizan en exceso de errores de los demás; esa tendencia debe ser educada, debe ser modelada como forma el alfarero su cacharro Las personas así además tienen tendencia a la Manipulación, suelen someter a los demás recordándole permanentemente las heridas del pasado como munición para las discusiones. De ese modo guardan balas de fuego para armarse cuando desaparecen las razones y el amor. Por ejemplo: como no me gusta que corrijan mis crueldades cuando alguien me las hace ver, saco de mi bolsillo viejas equivocaciones de mi interlocutor para “clausurarlo” y dejarlo sin palabras y legitimar así mis crueldades.
Pero hay que decir también que hay personas que tienen una especie de tendencia a la ira y de repente “saltan como leche hervida” como se decía en el tiempo en que las madres y las abuelas ponían a hervir la leche para una especie de ritual pasteurización doméstica.
Es por eso que por un lado hay que cultivar la paciencia para con quien tiene ese tipo de reacciones y habrá que corregir con ternura. ¡Bienaventurados los pacientes! Y por otro es bueno recordar lo que decía sabiamente Teófanes el Recluso, un santo de la Iglesia Ortodoxa Rusa del siglo XIX quien afirmaba que la ira es “espada para atravesar al demonio” (El desorden original hizo que esa irascibilidad sea mal orientada y se tornase una pasión peligrosa).
¿Para qué el Creador nos dio la tendencia hacia la bronca que todos tenemos? Fue para que la usemos como fusil contra el Demonio. Pero nosotros-por la caída original y por nuestros desordenes personales- la solemos usar como misil contra el vecino. Decía también una vez un sabio: “eres del tamaño del enemigo que eliges”. Si el enemigo que elegí es el vecino que pone la música muy fuerte, más allá de las molestias, seré un tipo más bien enano porque ese señor es un pobre mortal como yo: pero si me dejo aconsejar por “El Recluso” antes citado seré un hombre grande con enemigos dignos de las batallas más nobles y quijotescas.
El rencor además esconde poco agradecimiento: nada se olvida más despacio que una ofensa y más despacio que un favor. Es por eso que la tendencia a ser poco agradecido nos vuelve rencoroso. El irascible se deja sorprender por el mal y se queda sólo con lo desagradable en su memoria; en cambio el agradecido ejercita su atención llevándola hacia los bienes recibidos: el resentido se fija sólo en los defectos de las personas que según su auto percepción la han ofendido; el agradecido trata de descubrir continuamente y con asombro flores en basurales.
Por otro lado, suele suceder que resentimientos de tono justiciero con discurso bien elaborado se tornen también en munición que legitiman la poca voluntad de diálogo, los asesinatos y las guerras: “Los nacionalismos surgen del resentimiento” dijo alguna vez el filósofo español contemporáneo Gustavo Bueno.
Pero constatemos también según dice la sabiduría popular “¡Qué rápido se nos olvida el rencor cuando una persona tiene algo que nos interesa! Por eso es que un ejercicio espiritual que nos ayudará a ordenar nuestra ira será descubrir permanentemente lo interesante que hay en el otro. “Dejar caer al rencor; la rabia, la violencia y la venganza, son condiciones necesarias para vivir felices” ha dicho el Papa Francisco)