Cuál es el lugar de la mujer? ¿Mejor estar sola que mal acompañada? ¿Qué quiere una mujer? ¿Gozan de lo mismo el hombre y la mujer? Freud considera que, para una mujer, el hombre es fundamentalmente un padre, y, sobre todo, el padre del amor. O bien, peor, puede ser una madre, con los reproches de ella hacia él que esto ha de acarrear. Si él es para ella un padre o una madre, hará de la mujer misma un niño, ella quedará acoplada toda su vida al superyó. Freud cree que lo mejor que puede pasar es que un hombre, para una mujer, sea un niño: si lo es, como dice Colette Soler, traerá la paz, pero no la pasión. Como dice la humorista y escritora Gabriela Acher: “Yo soy insatisfecha por parte de madre”. En el libro de Marcela Serrano, Nosotras que nos queremos tanto, Sara, profesional exitosa, madre soltera, le pregunta a su propia madre: “¿Nunca te dieron ganas de volver a casarte?”. “Noooo, m’hijita: todos los hombres son malos; y los que no lo son, se mueren.”
Dice Colette Soler:Hay síntomas inéditos en la mujer contemporánea? Se pregunta. La "degradación de la vida amorosa", el desdoblamiento entre el objeto de amor y el objeto del deseo que Freud diagnosticó en los hombres (el tener a una esposa y a la vez una amante), no parece evitar a las mujeres: la evolución de las costumbres contemporáneas hace aparecer fenómenos nuevos. Hoy, una vez liberadas de la única elección del matrimonio, muchas mujeres aman por un lado y desean o gozan por el otro. Evidentemente, necesitaban escaparse de la picota de la institución de un lazo exclusivo y definitivo, para que se pueda observar que los diversos partenaires de una mujer se sitúan de un lado o del otro: del lado del órgano que satisface el goce sexual, o del lado del amor, y que la convergencia sobre el mismo objeto se realiza a veces...Pienso en una configuración típicamente femenina, que me parece a la vez frecuente y muy actual. No una mujer de treinta años, sino más bien una que se acerca a los cuarenta, soltera, que por lo general trabaja, que goza de la libre disposición de su intimidad, y que comienza a percibir que el tiempo pasa y que, si quiere tener un hijo, debe apurarse para encontrar un hombre digno de ser padre, a menos que su elección sea la de tener un hijo sola. La contracepción, unida a la legalidad del aborto, ha separado más radicalmente que nunca reproducción y acto sexual; lo que obliga a las mujeres no sólo a decidir si tener un hijo, sino, a menudo, a asumir la elección del padre -la edad y la esterilidad quedan como únicos factores para introducir a veces un imposible-. Las coyunturas del deseo de hijo han cambiado y engendran nuevos dramas subjetivos y nuevos síntomas. Sin embargo, traen para las mujeres un poder nuevo que, pienso yo, podría tener consecuencias masivas.Evoco aquí lo que llamaré las mujeres en el papel de hombre. Diógenes, en su ironía, pretendía buscar a un hombre. Hoy, muchas mujeres buscan a un padre... para el hijo venidero. ¡Nuevas elecciones, nuevos tormentos, nuevas quejas! Las configuraciones son múltiples: busco a un padre, pero no soporto vivir con un hombre; busco a un padre pero los que encuentro no quieren tener hijos; busco a un padre pero no lo encuentro; lo quiero pero no lo imagino en el papel de padre. El paso siguiente consiste en darle la lección al padre sobre lo que debe ser un padre; reprocharse el padre elegido, o no perdonarse haberles dado tal padre a los hijos. No se trata de cuestionar las libertades que condicionan la disyunción entre procreación y amor; tampoco se trata de desconocer la escasa libertad para escoger que el inconsciente deja realmente al sujeto. Pero podemos constatar que, de hecho, estas nuevas libertades ponen a las mujeres en una nueva posición que les permite, más que nunca, hacerse juez y medidoras del padre. Así se desarrolla un discurso de la responsabilidad materna potenciada, que va hasta superar la del padre. Ese discurso trasmite algo como una metáfora paterna invertida o, al menos, hace evidente la carencia paterna propia de nuestra civilización, en la medida en que instituye la mujer-madre en posición de sujeto supuesto saber del ser padre. Se percibe muy bien, además, que el "busco a un padre", como el "busco a un hombre" de Diógenes, significa un "no lo hay", al menos digno de mi exigencia.En el lazo social actual, la madre o su sustituto es, cada vez más a menudo, el compañero preponderante, incluso exclusivo, del niño, o al menos el único estable. Hay una configuración que se volvió bastante común: una madre con su hijo o con sus hijos, a los que eventualmente se suma un hombre -o una serie de hombres que se suceden-, aquel que se llama "el amigo de mi madre". Las configuraciones concretas son múltiples y variadas, pero la movilidad de los lazos sociales y amorosos da al cara a cara del hijo con su madre un peso nuevo en la historia, y esto no puede ser sin consecuencias subjetivas. Hay un discurso previo sobre la madre que la hace objeto vital por excelencia: el polo de las primeras emociones sensuales, la figura que cautiva la nostalgia esencial del niño, el símbolo mismo del amor. Y aquí dejo como para leer y reflexionar, queda el suspenso para pensar en este mundo que vivimos y cómo ayudamos a las próximas generaciones en estos temas de lo femenino y los vínculos.Compendio realizado por Lic. Ana Zanini.