Razón crítica
La política es de todos
Que la política es la principal herramienta para mejorar la realidad de las personas es tan cierto como que este objetivo se logra siempre y cuando esta actividad se piense en términos colectivos.
Asimismo, el quehacer político tienen otras características sustanciales para el desarrollo republicano. En primer término, la administración de la cosa pública es una práctica que habilita el manejo responsable tanto de recursos materiales como humanos. En este sentido, el concepto de responsabilidad subyace con una importancia fundamental a todas las administraciones públicas, sin excepción. Nuevamente se debe hacer hincapié en el carácter colectivo de esta cuestión por sobre los personalismos, egoísmos e intereses particulares. En segunda instancia pero no menos importante, es comprender que la política no es una actividad exclusiva de los funcionarios públicos. Ellos son administrados del Estado y, también, representantes surgidos de la soberanía popular. En esta línea, cabe aclarar que la participación ciudadana no se agota en la elección de estos últimos. La sociedad civil, tiene mucho más para hacer y para involucrarse, aunque sea mínimamente.
Opinar, involucrarse y participar son pilares fundamentales que la ciudadanía debe tener en cuenta a la hora de profundizar el régimen democrático. Más allá de los procesos electorales y la acción obligatoria de ir a votar en un determinado momento, la política de parte de los ciudadanos debiera ser constantemente, día a día, en la medida que uno pueda. Antes que nada, lo más mínimo que se pueda hacer siempre es mejor.
Ejercer la praxis política no es solamente ponerse un traje, tener un cargo, sacarse un par de fotos y sentarse en una oficina. Para nada. La parte fundamental de esta actividad para transformar la realidad de las personas es conocer qué les pasa a ellas, es ir a la calle, gastar las suelas de los zapatos, es prestarle atención a las bases, es entender cuáles son las contingencias sociales que suceden por fuera del castillo de marfil en el cual se suelen ubicar y aislar muchos de los funcionarios públicos de turno. A su vez, sería interesante una clase política que dirima sus cuestiones en la arena pública, por ejemplo el Congreso, y no únicamente en los tribunales federales.
No menos transcendente es el hecho de comenzar a pensar a la praxis política en términos inclusivos. Es decir, es tiempo de pensar a la política como una actividad no exclusiva de los funcionarios sino de todos. Si esto no ocurre, lo único que se logra es un conjunto repetitivo de personas, representantes de la sociedad civil elegidos por el voto popular, que se autoperciben como los dueños exclusivos del quehacer político. Y es en este punto, que se piensan impunes y con la habilitación para hacer los que se les plazca con los recursos de todos.
La política no debiera quedar únicamente en manos de los políticos. Los ejemplos para explicar el por qué de esta cuestión abundan. La ciudadanía es un elemento importantísimo para limitar el poder de los funcionarios y que comprendan que sus responsabilidades son siempre en términos colectivos, nunca particulares.
Si se observa un poco la historia de nuestro país, queda sumamente claro que los grandes cambios sociales experimentados por Argentina siempre surgieron del fervor y la militancia popular, nunca de los personalísimos políticos, aunque muchas veces quieran instalar ésto.
Para finalizar, es clave redundar en un concepto antes mencionado: la política es de todos, no solamente de los políticos de turno.
Julián Lazo Stegeman