¿Buscar la verdad o buscar “tener razón”?
En nuestro lenguaje cotidiano, es muy común manifestar aquello de “tener razón”, con sus distintas conjugaciones según el caso: “tengo razón”, “tenía razón”, “tiene razón”... Ahora bien, el lenguaje diario, aunque muchas veces duramente práctico, en ocasiones ríspido, posee una riqueza prácticamente ilimitada que lo convierte en una verdadera delicia para los interesados en los estudios del lenguaje.
Entonces, por poco que nos detengamos a considerarlo, encontraremos que lo de "tener razón" no es tan prístino como a simple vista se ve. Por consiguiente, podemos plantearnos cuándo aparece esta tan usual idea, cuál es su significado e intentar explicarla un poco; pero para ello, necesitaremos aclarar algunas cuestiones previas que desarrollamos a continuación. Nos ocuparemos de las palabras "convencer" y "persuadir", las que, en principio, se muestran como sinónimas; hasta los diccionarios nos autorizan a plantearlo así. Sin embargo, desde la Antigüedad Clásica hasta nuestros días, se manifiestan interesantes discusiones acerca de estos vocablos en cuestión, por el motivo de que lo que parece una sinonimia, en realidad, no lo es de manera absoluta, sino relativa. Claro está que no podemos hacer un desarrollo extenso de todo el aspecto histórico de la semántica de ambas palabras; no obstante, podemos establecer la diferencia entre "convencer" y "persuadir" de forma sintética, según modernos estudios de Semiótica, Análisis del Discurso y Lingüística. De acuerdo con estas ciencias por "convencer" debe entenderse, fundamentalmente, una participación activa de quien es convencido (por más paradójico que suene). ¿Por qué "participación activa"? Pues, porque el convencido, para llegar a tal condición ha usado su razón, ha reflexionado, ha criticado, ha analizado... Es decir, ha desempeñado un papel activo en cuanto a su propio convencimiento. ¿Y en cuanto al persuadido? El papel del persuadido, según la perspectiva que nos guía, es pasivo. Esto significa que para "persuadir", no se apela a la razón, sino más bien a aspectos psicológicos que se dirigen a las emociones (y muchas veces se desemboca en sensiblería y sentimentalismo, que, ya se sabe, no es lo mismo que sensibilidad y sentimientos). Aunque fuera del tema que nos ocupa, conviene aclarar que de ninguna manera se trata de establecer un enfrentamiento entre la razón y lo irracional, sólo queremos advertir de un posible abuso de uno en perjuicio del otro. Retomemos ahora nuestro problema inicial, esa idea de qué significa "tener razón" y cuándo se la utiliza. Debe entenderse que "tener razón" se ha de tomar como una sola estructura semántica y sintáctica, ya que si consideramos cada elemento constitutivo por separado ("tener"/"razón"), estaríamos diciendo otra cosa, por ejemplo: "El hombre tiene razón" significaría que la capacidad de razonar forma parte de la condición humana. Hecha esta aclaración, podemos expresar que "tener razón" es la idea básica que manifiesta un individuo cuando ha sido convencido o persuadido; y significa básicamente que se considera a sí mismo (o a otro/s) como alguien que ha cambiado de opinión, ha aceptado hacer algo o ha aprobado una idea o parecer, etc. Introduciremos ahora la otra idea que forma parte del título de nuestra nota: "buscar la verdad". "Convencer" o "persuadir", ¿cuál de ambas palabras conviene más para relacionar con la búsqueda de la verdad? La respuesta es simple: la búsqueda de la verdad implica una participación activa del individuo; por lo tanto, quien quiera convencer a otro ha de apelar a su participación activa y, a su vez, tiene que considerar reflexionar, analizar, aceptar lo que el otro le dice. En definitiva, la búsqueda de la verdad bien puede ser considerada un acto de amor, de nobleza y dignidad que beneficia a ambos. Todo esto nos conduce a la cuestión de aquél que busca tener razón... ¿qué desea realmente... convencer o persuadir? Ya que la expresión "tener razón" se muestra ambivalente (sirve de correlato tanto como para"convencer" como para "persuadir") es conveniente reservar "tener razón" como correlato de "persuadir", y "buscar la verdad" como correlato de "convencer". Verdad es amor; en tanto que persuasión es... ¿conveniencia, interés egoísta, hipocresía, mentira; todo eso a la vez? Vale una aclaración: el análisis que hemos realizado hasta aquí hay que considerarlo como un medio que nos permite aclarar algunas relaciones entre el lenguaje y la realidad, la adecuación de una expresión u otra en consonancia con el contexto en que se las enuncia. Y, también, de qué manera los estudios lingüísticos permiten revelar un poco más de la verdad que en toda circunstancia parece ser el objetivo esencial del hombre. Decimos esto porque de ninguna manera se trata de marcar autoritariamente "qué está bien o mal en el lenguaje", "cómo debe hablarse", "qué es lo correcto o incorrecto"... Consideramos interesante, quizá útil, hacer alguna referencia a cómo el estudio de un aspecto lingüístico puede ayudarnos a comprender, criticar, analizar algunas cuestiones prácticas y cotidianas, para que podamos avanzar un poco más en la búsqueda de la verdad. Por ejemplo, aquellas concernientes a la participación ciudadana en la vida política de una república, concretamente la nuestra. Así, según las concepciones de "convencer" o "persuadir", ¿quién intenta persuadir a los ciudadanos de un país?...¿el que gobierna según la verdad de la Constitución y las leyes o el que lo hace por medio del asistencialismo y el populismo?; ¿quién intenta convencer a los ciudadanos?: ¿el que explica sus actos de gobierno apropiadamente o el que actúa autoritariamente sin dar cuenta de sus decisiones?; ¿quién es un estadista verdadero o sólo un político de poca monta?... ¿el que acepta ser convencido por los ciudadanos porque tiene en cuenta y analiza la realidad o aquél que hace oído sordos a los reclamos de la gente? En fin, ¿quién es verdaderamente democrático y republicano?... ¿el que apela a argumentos serios y acepta discutirlos para convencer o aquél que hecha mano a superficialidades, sensiblerías y sentimentalismos para persuadir? Ahora también corresponde hacer alguna alusión a nuestro papel como ciudadanos, ya que si uno está de acuerdo con aquello de convencer o ser convencido y no persuadido, no debe dejar de tener en cuenta el papel indispensable de la Educación, pues sin ella no podemos discutir y reflexionar como corresponde. Muy pocos dejarán de estar de acuerdo con la seriedad y hasta gravedad de problemas nacionales como la inflación, la inseguridad, etc. Pero parece que tambíén muy pocos han tomado verdadera conciencia que nuestro verdadero gran problema es la Educación, más grave y urgente que los anteriores, porque de haber reclamado, siempre, enfáticamente, decididamente por una Educación de calidad, hoy no tendríamos el gravísimo problema de habernos dejado persuadir, que no convencer, por politiquerías y políticos -no estadistas- manifiestamente inadecuados para dirigir nuestro querido país en pos del bien común en serio, no del engañoso disfrazado de democracia participativa. Debemos ser perfectamente capaces de distinguir entre aquellos candidatos y funcionarios que tienen un mayor interés en tener razón y aquellos que se interesan sinceramente por la búsqueda de la verdad, compartida con los ciudadanos, para el bienestar de todos.Profesor Daniel J. Martínez
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