Pbro. Jorge H. Leiva
Domingo de Ramos y Día de la Juventud ¿Población en riesgo?
El Sr. Obispo de Gualeguaychú nos propone un año vocacional. Ciertamente que a lo largo de toda la vida parece el desafío de reconocer cuál es la vocación y la misión de cada uno de nosotros; sin embargo, es entre los jóvenes dónde más se encuentra este desafío.
Como fueron niños y jóvenes los que aclamaron a Jesús de Nazaret en su entrada a Jerusalén, es el domingo de ramos el día en que se celebra la jornada mundial de la juventud entre los católicos. Ese acontecimiento anual se celebró por primera vez de manera oficial el Domingo de Ramos de 1986 en Roma. Luego en el año 1987 se convocó a la juventud a Buenos Aires donde un millón de participantes escucharon las siguientes palabras del Papa: “Repito ante vosotros lo que estoy diciendo desde el primer día de mi pontificado, que vosotros sois la esperanza del Papa, la esperanza de la iglesia.” (...) (Permítanme decirle que tuve la gracia de participar en ese encuentro presidido por el santo papa). Días pasados, en el diario la Nación de Buenos Aires, un importante estudioso de la psicología de nuestra nación llamado Martín J. Etchevers dijo que, si bien “Los argentinos somos una población bastante saludable y abierta al cambio que en el presente está mal, deprimida” (…) Pero respecto a los jóvenes advertía: “son los más sensibles a las frustraciones ambientales. Al estrés o a las decepciones sociales. Son quienes tienen más por lograr, más por cumplir, más por delante. A su vez, también tienen más incertidumbre sobre sí mismos. Y soportan una carga mayor que el resto: desde la perspectiva social, está el “debe recibirse”, “debe buscar empleo”, y si ya lo tiene, “debe mejorar en su empleo” (…) son, históricamente, carne de cañón. Hacia ellos se vuelcan principalmente las estrategias del marketing comercial o político. Son población de riesgo”. El señor que entrevistó al psicólogo Martín le preguntó luego refiriéndose a los jóvenes que se van a otros países “¿Por qué usa la palabra “desertar”? Respondió el estudioso: “Porque esa es la palabra que utilizan para culpabilizarlos. Se debate si tienen que irse o no. Si son fieles a su país, si confían en su país, o no. Cuando en realidad lo que tenemos es un mundo globalizado”. Hace casi dos mil años entraba en Jerusalén el profeta que dividió la historia: y fueron los jóvenes los que lo recibieron de manera tal que ya nada fue igual. Quizá esos chicos y esas muchachas no pudieron dimensionar la trascendencia de lo que vivían, tenían sus luces y sus sombras, sus desafíos y sus frustraciones, pero algo distinto veían con esperanza en el Galileo.
Hace un tiempo atrás el papa escribió un bello texto a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios. En un pasaje les decía acerca de su vocación: “cuál es la gran pregunta: «Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero, ¿quién soy yo?”. Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate: “¿Para quién soy yo?”». Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros.”
Hoy nuestros jóvenes, llenos de vida y de deseos ¿hacia dónde miran?, ¿cuáles son sus proyectos vocacionales? ¿Quiénes los educan para que lleven adelante el desafío de realizar el bien, la verdad y la belleza? ¿Ante quién “levantan sus ramos” con corazón festivo? Nos toca a los adultos “instalar el tema de la vocación” y la “cultura vocacional” como dice nuestro obispo en medio sobre todo de esa “población en riesgo” para que las opciones de nuestros jóvenes sean fuertes, sabias y para toda la vida. Les toca a las nuevas generaciones contarnos a los viejos como les está yendo, cómo visibilizan el desafío de “las estrategias del marketing comercial o político”, cómo viven sus opciones vocacionales y ante quién levantan ramos en señal de homenaje.