Pbro. Jorge H. Leiva
La esperanza y la casa común
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El lunes pasado, 1º de septiembre, se celebró la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Dijo el papa León el domingo pasado: “Hace diez años, el papa Francisco, de acuerdo con el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, instituyó esta jornada para la Iglesia católica. Es más importante y urgente que nunca, y el tema de este año es 'Semillas de paz y esperanza'. La iniciativa finaliza simbólicamente el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís. “En el espíritu del Cántico del Hermano Sol, compuesto por él hace 800 años, alabamos a Dios y renovamos nuestro compromiso de no destruir su don, sino de cuidar nuestra casa común”, agregó el sucesor de Pedro quien renovó esta invitación, el lunes pasado diciendo: “Unidos a todos los cristianos, celebramos hoy la X Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación y la prolongamos en el Tiempo de la Creación hasta el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís. En el espíritu del Cántico del Hermano Sol, alabamos a Dios y renovamos nuestro compromiso de no estropear su don, sino de cuidar nuestra casa común”.
Para los cristianos la creación, y por lo tanto la necesidad de cuidarla (en lo que se ha dado llamar ecología), no es un espacio meramente material, es una casa comunitaria desde donde caminamos hacia el cielo; nos dice además la Escritura que toda la creación está llamada a participar de los designios de la Trinidad.
¿Qué se entiende por el término ecología”? Dice la IA: “El término ecología proviene del griego: oikos (οἶκος), que significa “casa” o “hogar”, y logos (λόγος), que se refiere a “estudio”, “razón” o “ciencia”. Por lo tanto, etimológicamente, la ecología es el estudio de la casa o el hogar en un sentido amplio, es decir, el estudio de las relaciones de los organismos con su entorno y entre sí”.
Los creyentes y no creyentes hemos que los primeros que sufren los desórdenes de la ecología son los pobres y los excluidos, de tal manera que siempre los descartados son los primeros que padecen el basurero que deja la falta de cuidado de la creación. Es decir que cuando “nuestra vivienda” está sucia quienes más padecen las consecuencias son los desvalidos a los que tendríamos que invitar “a casa” para el banquete de la vida.
El papa Francisco, en su encíclica “Laudato si” del año 2015, sabiamente nos invitaba a visibilizar “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida”.
Recordemos finalmente cómo rezaba poética y proféticamente el papa Francisco en aquella encíclica: “Dios de amor, /muéstranos nuestro lugar en este mundo/como instrumentos de tu cariño/por todos los seres de esta tierra, /porque ninguno de ellos está olvidado ante ti./Ilumina a los dueños del poder y del dinero/para que se guarden del pecado de la indiferencia,/amen el bien común, promuevan a los débiles,/y cuiden este mundo que habitamos”.
Que Francisco de Asís nos ayude a cuidar el hogar comunitario de la creación y a enseñar una nueva sabiduría de vida a los niños y jóvenes de nuestro tiempo.