Remenbranza de la Escuela Agrotécnica- Prof. Alejandro Vaccari
La narración a la que voy a referir es sobre vivencias en la querida Escuela N° 9 Agrotécnica “Juan B. Ambrosetti”, ya que de sus orígenes y primeros años se han expresado otros, con más detalles y precisiones históricas en justo reconocimiento.
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Hay muchos momentos de anécdotas, experiencias, trabajos, rencillas, reuniones, justas deportivas, descanso y esparcimiento que se pueden conmemorar, y que seguramente forman parte de reminiscencias personales para compartir con la comunidad de Gualeguay, que en el tiempo justo comprendió la importancia de la educación, fomentando desde los docentes y funcionarios de la época la necesidad de la formación agrotécnica hace ya cinco décadas atrás.
Todo comienza con la llegada de los ingresantes, pequeños, frágiles, con miradas de asombro, acompañados de sus padres, o un abuelo, o tutor, con unos pocos útiles escolares algunos y otros, los internos, con los bolsos y ropa de cama, los colchones a la mañana temprano el primer día de clases…ya estábamos el personal listo para esperarlos en el patio a medida que llegaban desde kilómetros recorridos a partir de los más remotos lugares de la campaña o de las distintas zonas de la Ciudad. El colectivo escolar hacía su presencia magnífica, avanzando animoso y esforzado, aunque deshilachada su pintura por el fragor del servicio en años a la enseñanza.
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Comenzaba la ceremonia del izado de la bandera y las palabras de bienvenida del Director, los alumnos mayores ya sabían a qué curso acomodarse, si había promocionado o no, y miraban de reojo a los bisoños ya fijándose en alguna peculiaridad personal para desarrollar la imaginación con algún sobrenombre ocurrente que luego acompañará para toda la vida escolar y social del infortunado…pero a la larga aceptado como un título de nobleza y pertenencia a la querida escuelita. En el recuerdo un alumno que habían apodado “garrafa”, porque vivía pegado a la cocina…
Los momentos más tensos serían con los alumnos que se alojaban por primera vez en el Servicio de Internado, acompañados de sus padres, estos observando y averiguando toda condición al Preceptor Ayudante de Internado, mientras la madre preparaba la cama por primera vez donde anidaría su hijo en solitario aunque acompañado por los demás internos…y ahí aparecía el mejor alumno compañero del Internado, entre los más antiguos, designado por sus pares como líder, que alentaba con palabras de optimismo a los ingresantes. Ya la jornada estaba en marcha y los padres con besos y abrazos despedían a sus hijos, otros un apretón de mano de algún abuelo o padrino que se comprometía en ese momento de encargo del pequeño gurí.
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Y así pasaba la primera semana, conociéndose unos a otros, en donde las diferencias se fundían en un solo espíritu de compañerismo con el correr del tiempo, y los débiles se hacían fuertes, y los rebeldes o díscolos se volvían serviciales y respetuosos. Desde temprano se compartían los mates, las golosinas del kiosco, el desayuno (mate cocido o chocolatada) y la galleta. Horas de clases en las aulas y en el campo, en las secciones didácticas productivas, que era un mundo distinto para los alumnos, de contacto con la naturaleza, los animales, las plantas y el trabajo de campo, acompañados por el personal profesional y de maestranza que cariñosamente siempre cobijaban a más de uno como favorito para determinadas tareas.
El almuerzo en el comedor, todos en fila y ordenados para retirar la comida y pasar un momento de distracción contándose las experiencias del día y algunos comiendo rápido para repetir hasta la última cucharada de la olla. De postre se servía queso y dulce, compota de manzana y otras confituras que hablaban bien del ecónomo de turno…pero cuando este desaparecía ya se presentía que el plato venia difícil…
Después del comedor se habilitaba el Internado para cambiarse la indumentaria e higienizarse para las clases de la tarde, las prácticas de huerta, vivero, cunicultura, avicultura, producción de bovinos, porcinocultura, apicultura, etc. Durante ese intervalo del mediodía había que recorrer la escuela evitando las escapadas, las salidas a alguna despensa de la zona o a los citrus de algún vecino…hasta que se retomaba la rutina escolar.
Ya al finalizar las actividades los profesores iban acercándose desde el campo a la escuelita, con la procesión de alumnos y enarbolando herramientas para devolver…se tocaba el timbre y formados en silencio se arriaba la bandera, luego la voz potente del preceptor decía …”se va el colectivo” y los muchachos corrían a formar la fila y comenzaban los conflictos en donde primaba el porte y la antigüedad de algunos…hasta que la queja y el llanto de cualquiera hacía intervenir al preceptor o chofer y se zanjaban los conflictos.
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De ahí en más los internos rápidamente tomaban la merienda y se cambiaban para una de las actividades más esperada del día, el partido de futbol, en donde los equipos no eran reglamentarios, porque jugaban todos…más de 30 muchachos en la cancha, los preceptores y hasta el cocinero participaban formando más que equipo una gran familia. Al otro día había anécdotas para contar y los alumnos externos y medio externos se sumaban en algunos momentos para de esa manera constituir equipos imbatibles al confrontar con alguna escuela visitante del centro de Gualeguay. Otros optaban por el tenis criollo o hasta el juego de ajedrez o damas que facilitaba la biblioteca.
Después el horario de la higiene, el comedor y el estudio, apoyados por los preceptores, y luego la televisión temprano y a la cama. El límite lo ponía el Preceptor de la Noche, quien siempre se reunía con los internos e intercambiaba charlas amenas y los tenía al cuidado hasta el otro día para levantar a los más remolones, ya que algunos solos madrugaban a estudiar. La jornada los esperaba con el desayuno y preparar agua caliente antes de la formación, y algunos ya acechaban a los profesores para informar quien llegaba o no y saber de la hora libre…
Cuantos años de trabajo y de abnegación del personal, los profesionales en desarrollar el vivero, la huerta, los criaderos de aves, de porcinos, el plantel bovino, la elaboración de productos alimenticios, la infraestructura. Todo con el esfuerzo del personal de maestranza, con las labores que se continuaban como colaboración hasta fuera del horario de trabajo, yendo y viniendo muchas veces a caballo, en bicicleta por la ruta, de madrugada, volviendo a la noche, con las inclemencias del tiempo…
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Directivos que fueron adaptándose a los nuevos requerimientos de Conducción, profesores que conformaron equipos docentes, personal que supo entender los requerimientos de la demanda de tecnología agropecuaria y la participación y colaboración de los alumnos estudiando e involucrándose en el proceso escolar.
Entre tantos recuerdos están las familias que aportaron para mejorar las instalaciones de la escuela, conformando la Asociación Cooperadora, las rifas, pasteles, empanadas, domas, fiestas de fin de curso. Los profesionales que trajeron la mejor tecnología en producción a través de presentación de proyectos, cabe destacar el desarrollo que tuvo el vivero y la huerta cuyos productos siempre fueron muy demandados, al igual que la producción de carne de aves (pollos y pavos), el primer plantel de la raza Jersey (un gran acierto y aspiración de la Dra. Rosa Demarchi, con apoyo del personal), al igual que la producción de gallinas de razas, el desarrollo del plantel de porcinos, la lechería con ordeñadora automática, la producción de chacinados. Los directivos que desarrollaron en la escuela la Tecnicatura Superior de Lechería, con personal docente de relevancia. También cabe mencionar la instalación de la transmisora FM Radio Agraria, que operaban los alumnos para transmitir información, música y experiencias a los vecinos, ya que era de poco alcance.
¡Cuánto tiempo ha transcurrido! ¡cuántas experiencias de los alumnos, docentes y personal! Tantos recuerdos, de los que nos acompañan en nuestra memoria y los que nos cruzamos a diario o de vez en cuando…
Si todavía tengo presente la tierra y la zaranda junto al montón de macetas para repicar plantines en la carpintería, el riego de los chasis, preparar los caballones para las clases de los profesores de horticultura, los atados y preparados de verduras de la magnífica huerta y el reparto en el Rastrojero, la cosecha de miel en la “Casita de la entrada”, la casilla de madera antigua de las herramientas, el Chalet, la Usina, el molino del fondo, el Felipe (reproductor porcino), los castaños, la calle de los Olmos, los potreros del fondo, el de las Acacias, el invernáculo, las conejeras, los gallineros y las jaulas de los faisanes, el parque con sus tilos, pinos, roble, tuyas, las vías del tren (donde se escondían los rebeldes),las guardias de los Preceptores del internado los domingos esperado los alumnos de las distancias, las guardias de los fines de semana y las vacaciones en la sección productiva, el cruce a la Rural(para la época de Exposición), la T 80 para transporte de alumnos y personal, los campeonatos de futbol y participación en los torneos deportivos, las visitas a la ciudad con los alumnos del campo,las noche de la Promoción de Egresados en el parque de la escuela…y mucho más.Es un orgullo decir que hoy hay egresados nuestros, que como profesionales agropecuarios trabajan en la escuela en cargos de conducción.
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He querido dar testimonio de mi paso por la querida Escuela Agrotécnica, me llena de satisfacción y orgullo haber sido parte de ella, mi gratitud a los que fuimos y a los que todavía están y se suman, a los compañeros de trabajo sin distinción de jerarquía y a los estudiantes que transcurrieron sus años por esa Institución ylos que se incorporen, llevando muy alto el sentimiento de pertenecer a una linaje de estudiantes para el trabajo en el campo, con sacrificio y con el único goce de la tarea concluida.