Pbro. Jorge H. Leiva
Soy la luz; ustedes son luz
Al final del siglo XIX y al principio del Siglo XX hubo grandes inventos que trasformaron la humanidad: el tren, el avión, la radio, la telefonía…los focos.
Si bien es cierto que Edison presentó el 21 de octubre de 1879 una lámpara práctica y viable, que lució durante 48 horas ininterrumpidas, el químico Sir Joseph Wilson Swan, un británico, es el verdadero inventor del foco: ese día se “alargaron los días”, se modificó la jornada porque ahora se podían realizar muchas más actividades que antes no se podían llevar a cabo a causa de la oscuridad. Pero tener un foco en casa no es haber superado la tiniebla: el siglo XX con focos no supo o no quiso superar grandes genocidios y dos tremendas guerras mundiales: es que tener iluminada una casa o una calle no quiere decir que uno tiene luz en un tiempo, en una familia en una patria o en una civilización. Percibamos el matiz de nuestras palabras. Por ejemplo: Cuando decimos que una persona es oscura no hacemos referencia a su color de piel, sino que hablamos de su alma: hay africanos muy luminosos y suecos muy oscuros y hay personas coloradas muy sombrías y personas negras muy “lucidas”. Etc. En todas las religiones y en le poesía la imagen de la luz se relaciona con la verdad, la bondad y la belleza; en cambio la de la oscuridad con el error, la mentira, la fealdad y la maldad. Estar en la luz es identificar lugares, rostros, distancias. La oscuridad nos vuelve torpes, nos desubica. (Recuerdo al anciano padre Andrés Queirolo que una vez se había perdido en su propia casa de Aránzazu en Victoria a causa de su ceguera). Ahora bien: en la historia de la espiritualidad católica occidental se distingue la imagen de la noche oscura y de la tiniebla. La noche tiene aurora, tiene esperanza de amaneceres; la noche es tiempo de paciente espera con dificultades, pero con la certeza de una próxima aurora. (El sacrificado joven estudiante de medicina se pasa horas en la noche de sus estudios porque tiene la certeza de que pronto tendrá la claridad del título de médico; la parturienta está en la noche oscura de sus dolores de parto aguardando la clara alegría de ver el rostro de su hijito). Pero el maltratador, el traficante de drogas, de blancas, de negros y de sueños perdidos está en la tiniebla; así como Judas se perdió en la noche según la impresionante imagen del autor del cuarto evangelio. Ese gran invento que es el foco “alarga los días” pero no devuelve la luz ni puede apresurar los amaneceres. Tener la luz de la verdad, la caridad la belleza es una búsqueda de nuestra libertad obediente y siempre es un camino de ascenso a través de la noche oscura de la disciplina. Pero contemplar amaneceres es siempre un acto de confiada espera en la que de nada sirve la ansiedad que quiere adelantar lo por venir: nadie puede hacer que amanezca. El Profeta de Nazaret dijo que Él es luz y que cada uno de los que lo seguimos estamos llamados a ser luz.
Nuestra ciudad está cumpliendo sus 240 años de vida: necesitamos luz verdadera para gozar de ella y comunicar verdaderas claridades sobre todo a favor de las nuevas generaciones. La ciudad en los últimos años tiene más focos. ¿Tendrá más claridad en este nuevo tiempo?