Luis Garibotti
Gracias por un año más de testimonios
Gracias a El Debate Pregón por invitarme a su Fiesta de Cumpleaños. Gracias por un año más de testimonios, de proponernos información, de darnos un lugar para expresarnos. Como se sabe, me une al diario una larga cadena de afectos. Me nutro en una trama de historias personales, que casi diría me viene en la sangre, legada por mi padre, quien fue armador cuando los diarios se hacían casi a mano. Hoy me maravilla hasta el deslumbramiento ver cuánto hemos avanzado. Que hoy escriba estas líneas en Buenos Aires, y al momento se editen para que Usted Lector pueda incluso responderme, coincidiendo o no y en tiempo real ya forma parte de un milagro, que por repetido quizás no alcanzamos a valorar.
Este año debemos contar una historia de vida. Y yo puedo relatar la historia de un chiquilín que ahí, en Gualeguay, le pedía día tras día a Juan Carlos Carboni, con su emblemática óptica en la calle San Antonio que lo ayudase a construir un telescopio. Lo abrumaba con los detalles que había leído en la revista Billiken. Y todo bajo mirada paciente de ese gran tipo que fue Juan Carlos Almirón. Y que después, como en la película Cinema Paradiso le prestó una filmadora, en súper 8, con la que se sentía todo un director, de esos que veía deslumbrado en el Cine Mayo, o en el Variedades. Y que después, para revelar lo filmado debía enviarse a Estados Unidos y a contar los días para esperar el resultado. Y le prestó cámaras fotográficas, y en su laboratorio le marcó el camino del revelado del blanco y negro porque el color, de nuevo, debía enviarse a Buenos Aires, o a Rosario.Hoy el color está en nuestros celulares. Y vamos mucho menos al cine. Ya no están ni el Mayo ni el Variedades, pero hay otras salas donde nos volvemos a maravillar con la creación de la luz y del sonido. Ya no están al fin de la película, sobre la pantalla a punto de ponerse en blanco las manos agitadas cortando el haz de luz del proyector que dividía al medio la tertulia o mejor dicho el "gallinero". Allí nos hermanábamos con Tito y Tino Galeano, con Toto y Enrique Ferreira y con tantos otros del barrio con los que salíamos felices comentando como resolvería El Zorro en el capítulo siguiente su caída al precipicio tratando de salvar a "la chica" que viajaba en la diligencia de caballos desbocados. Pero igual nos siguen atrapando las series con que ahora nos tienta Netflix; Merlí, o Casa de Papel o Fargo. Al fin de cuentas repetimos la historia, como en los capítulos de Superman o El Llanero Solitario que nos tenían pendientes, en blanco y negro en la vieja matinée a la que sueño volver en más de un domingo en que añoro los tallarines de Da Dalt que con esfuerzo compraban mis padres como en un rito de celebración. Con una diferencia, ahora puedo pedir los de morrón, que nunca me dejaron comprar en casa! A celebrar!Luis Garibottiradio.garibotti@ub.edu.ar
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