Edición Aniversario
Gualeguay, tierra de ricos
La vida en un medio de comunicación se nutre de realidades, ¿qué novedad no? De esas realidades pequeñas o finitas, casi insignificantes, hasta de las más grandes y rimbombantes que se llevan los títulos y las miradas.
Pero hoy, y merced a la invitación de la Dirección de El Debate Pregón que festeja sus 116 años, quiero rescatar esas pequeñas historias que salvan nuestras vidas de tantas noticias grises y oscuras.Tengo la dicha de trabajar desde hace 17 años en Radio Gualeguay. De estar en contacto cada mañana con decenas de vecinos, ahora acicateados por la tecnología en general y las redes sociales en particular. Es un ida y vuelta que nos transforma en integrantes de una gran familia, en la que todos nos conocemos. O mejor dicho, ellos nos conocen más que nosotros a ellos.Pero esta tarea me ha permitido ser testigo involuntario de la tarea de grandes personas que trabajan por la comunidad. No les quiero decir personajes porque no me gusta. Son personas de carne y hueso, con sus problemas a cuestas que decidieron consagrar su vida a la comunidad.Hace algunas semanas, su mensaje me ponía sobre aviso: "Jorgito, vamos a ir a la puerta de la radio para vender los números de la rifa que nos faltan". Amalia Fernández, la mejora hacedora de Lemon Pie y chocolate que he conocido (ahora también una budín de banana exquisito). Al día siguiente, con un par de colaboradoras, esta mujer se apostó en la puerta de la radio. Decenas de personas se acercaron para colaborar, sabedores que, ese dinero que con tanto esfuerzo ponen, irá a parar sí o sí al hospital. Y no crea que no les cuesta, pero no dudan porque sienten confianza.En la figura de Amalia podríamos proyectar la de decenas de personas que, día a día, contribuyen a mantener nuestra comunidad en pie, sus valores y sus historias. Cómo no acordarme de Sengo Kablan o mi amigo Carlitos Galván, de quién ví nacer su inquietud solidaria y todavía me emociona recordarlo. Es que la verdadera solidaridad no se declama, se practica. Siempre es fácil sentarse en la comodidad de un living y ponerse a evaluar lo que hacen los demás. O lo que dejan de hacer o no hacen. Arremangarse, meter los pies en el barro y pelearla es otra cosa. Y seguro tiene más sinsabores que alegrías, pero no importa, la felicidad está en la búsqueda y no en el destino. La solidaridad y es lo que cuenta, implica un esfuerzo y, en algún punto, un dolor.Admiro y no me canso de decirlo, a los que consagran su vida al prójimo. A los que dejan jirones de su propia vida para hacer mejor el tránsito a gente que no conocen y quizás nunca lo hagan. A los que nos enseñan que la felicidad está en las pequeñas cosas que muchas veces pasan por nuestras narices y ni siquiera nos damos cuenta.Gualeguay tiene muchas carencias. Para qué ahondar sobre ellas. Pero somos ricos, nos desborda el corazón. Es algo intangible que heredamos de nuestros viejos y abuelos y nos empeñamos, como esos toros que agachan la cabeza y van para adelante, en reproducir. Cuidemos entre todos ese tesoro. Hay que alimentarlo todos los días para que las futuras generaciones lo hereden intacto y lo nutran con su propia impronta. Somos ricos gente. Gualeguay es rica. No lo dude.Por Jorge Barroetaveña
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