HISTORIA DE VIDA
Héctor, el vendedor sobre ruedas que se ganó el corazón de Gualeguay
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En la imagen, un hombre de cabello canoso, campera fluorescente y lentes oscuros mira a la cámara con una sonrisa tan luminosa como su ropa. Se llama Héctor, y es mucho más que un vendedor: es un símbolo de resiliencia. En una mano sostiene una bolsa de compras, en la otra el manubrio de su bicicleta, cargada hasta el límite con bidones de lavandina y productos de limpieza. En la canasta delantera, un cartel claro y directo: “ATENCIÓN: Llevo a domicilio jabón, lavandina, desodorante, suavizante”.
Esta imagen, captada en una mañana soleada de Gualeguay, es el reflejo vivo de una historia de lucha silenciosa, esfuerzo diario y una voluntad que no se rinde ante nada.
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Del motor roto a la esperanza intacta
Héctor trabajó durante 30 años en la firma Esco, pero su verdadero desafío comenzó cuando la vida le presentó una curva inesperada: su camioneta, su herramienta de trabajo, quedó destruida. "Me agarró un chanta de acá, me jodió en dos millones de pesos", cuenta con bronca contenida. "Me prometió el oro y el moro, pero me entregó la camioneta toda desarmada".
Sin medios, pero con dignidad, Héctor agarró lo que tenía a mano: su bicicleta. “Y salí con fe, con esperanza, con todo lo que tenía”, dice. Así, casa por casa, bidón por bidón, empezó de nuevo. “Yo vendo lavandina, no vendo droga, hermano”, repite con esa sinceridad que golpea.
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Una historia que inspira
Como el niño del libro que vendía manzanas hasta tener un supermercado, Héctor arrancó con un solo bidón. “Lo vendí, compré dos, después cuatro. Y así fui armando mi propio capital”. Hoy reparte jabón, suavizante, desodorante, detergente, y hasta algún cepillo si el cliente lo pide. Lleva los pedidos a domicilio y, si le compran cinco bidones, regala uno. “Porque yo sé lo que cuesta ganarse el mango”, dice.
Llueva o truene, no hay excusa: Héctor está en la calle, siempre con el mismo compromiso. “No tengo sueldo, yo vivo de esto. No cobro nada a fin de mes. Y sin embargo, cada día salgo a pelearla”.
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La bicicleta, compañera de lucha
“¿Cuántos bidones cargas ahora?”, le preguntamos. “Y ahora ya es 4x4”, bromea. “Llevo de a seis, a veces más, porque hay que cumplir con todos los que me esperan”.
La bicicleta no es solo un medio de transporte, es el símbolo de su tenacidad. A falta de motor, lo mueve algo mucho más potente: su voluntad.
Con la fe puesta en el porvenir
A pesar de las traiciones, Héctor no guarda rencores. Hoy su camioneta está en manos de un nuevo mecánico, Marcelo Intelesano. “Ahora sí, todo como tiene que ser. Lo dejo en manos de Dios. Lo que perdí, ya está. Lo que venga, será lo que Él disponga”.
Con humildad y humor, cierra la entrevista: “Mi nombre es Héctor... y para las chicas, Luis Miguel”, dice entre risas. “Siempre hay que ponerle humor a la vida”.
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🚲 Héctor, el emprendedor sobre ruedas que demuestra que se puede salir adelante con trabajo, fe... y una bicicleta