Espacio Literario
Un nuevo desafío…
Demoraba un poco mi regreso a esta página, pero mi querida y exquisita amiga Tuky Carboni me ha enviado el texto que a continuación comparto con ustedes, como así también comparto plenamente los sentimientos que ella expresa, los siento míos llevada no sólo por los acontecimientos, sino también por las sensibles palabras de esta gran escritora que sabe desnudar el alma, entregarla en delicado lenguaje para hacerse una con el sentir de muchos.
"Un otoño muy triste en el paisaje humano de nuestro pueblo" Siempre me gustó el otoño de Gualeguay. La luz casi violenta del verano se suaviza, los contornos de las cosas adquieren una calidad de delicada transparencia, la fronda se vuelve dorada. Y sobre todo, la mirada del habitante del paisaje se vuelve hacia el interior, para asimilar e incorporar desde allí la serenidad y la belleza del entorno. No quisiera convertirme en una cronista necrológica. Pienso, y sobre todo, siento, con Marcelino Román, que "el poeta debe ser un buscador de claridades". Un ser que trata de interpretar la voz (casi inaudible, pero que existe, doy fe), de la hermosura de la Creación. De la fuerza expresiva de la Vida, en su infinita y maravillosa diversidad. Sin embargo, no puedo desconocer el dolor lacerante que conllevan las pérdidas de los seres amados. El empobrecimiento espiritual que implica el hecho de saber con certeza que una persona que ha formado parte de nuestra entrañable realidad ya no está en este plano, que no los veremos más, que no podremos contar con ellos y su sabiduría y su alegría de Ser. Para los que creemos en la vida después de la vida, existe el relativo consuelo de saber que siguen, en planos más elevados, con su evolución como seres creados por el Padre. Digo relativo, porque, en realidad, lo que nosotros quisiéramos, y es imposible, es volver a abrazarlos, decirles hasta el cansancio que los amamos mucho, que tuvieron una misión decisiva en nuestra experiencia vital, que no hubiéramos sido del todo las mismas personas si no los hubiéramos frecuentado y disfrutado de su contacto y de su calidez humana. Este triste otoño se presentó tempranamente con la muerte inesperada e impensada, casi inaceptable, de mi hermana-cuñada, Teresita Carboni viuda de Messina, la hermana once años menor de mi marido; la que esperábamos nos sobreviviera a nosotros. Perplejidad, angustia sin límites, dolor. Aún no repuesta la familia Carboni entera de este golpe físico y emocional, nos llega la terrible noticia de la muerte de Regina Beatriz Gurovich de Besimsky, la entrañable confidente de mis miserias terrenales, la profesional maravillosa que con su sola sonrisa, amplia y franca, sabía levantar el ánimo del paciente y acariciaba el alma del doliente enfermo. La de la intuición casi infalible, adquirida a fuerza de constantes estudios e investigaciones sobre el tema que la apasionaba y al cual dedicó su vida entera. La gran persona de la clara visión, de los principios éticos inquebrantables, de la honradez esencial, de la compasión infinita que, sin embargo, no alcanzaba a nublarle el juicio profesional, la que siempre sabía "qué hacer" en el momento justo, en la medida justa, en el organismo especial de cada paciente. Nos queda a todos los que la conocimos y amamos, la memoria luminosa, el afecto profundo, y la gratitud inconmensurable hacia ella. Pero la echaremos de menos. Mucho. Durante largo tiempo. Abrazos para sus hijos y nietos y amigos; y también para ellos el deseo de que puedan experimentar el orgullo sano de saber que se destacó como médica y brilló como ser humano. Misión cumplida, querida Regina. Casi al mismo tiempo de enterarme de la muerte de Regina, me llega la de Lucy Dacca, primera inquilina de mi casa paterna, cuando decidimos alquilarla. Vecindad que nos unió con lazos de sincera amistad; alegrías, deslumbramientos diarios y algunos sobresaltos en la crianza de nuestras hijas pequeñas que crecieron compartiendo juegos y alegrías propias de la infancia. Después, la vida, con sus continuas propuestas de cambio, nos llevó por otras rutas y ya no nos frecuentábamos con la frecuencia deseada. Pero en toda mi familia quedó, como un precioso regalo, el recuerdo de la simpatía, la solidaridad, la dulzura de carácter de Lucy; y también del querido Cacho, que se marchó hace tiempo. Y trasladamos a sus hijos todo ese caudal de cariño que ellos nos hicieron experimentar. También, casi enseguida, la lamentable muerte de un muchacho compañero de la juventud de mis hijas: Ricardo Viviani. Hijo de una pareja muy apreciada por toda la comunidad y ligada por lazos de parentesco a nuestra familia, lamentamos profundamente esta muerte cruel, acaecida demasiado tempranamente. Sin palabras. Sólo el deseo ferviente de acompañar a sus padres, hermanos y a sus tíos Marta Líbano y Lito Arnaudín, queridos amigos siempre presentes en nuestro corazón. Sabemos por experiencia propia que cuando tenemos un desgajamiento tan terrible, el afecto de personas allegadas llega a nuestros corazones, como un bálsamo; insuficiente, sí; pero que las personas sensibles podemos percibir claramente como una energía llena de amor que nos ayuda a incorporarnos. Y, por si todo esto que antecede fuera poco, la querida Alicia Quintana de Solari también nos ha dejado en este otoño. Mujer de temple, luchadora, alegre, llena de fuerza interior, que sabía disfrutar de la vida y de sus dones. Abrazos para sus hijos y nietos y de nuestra parte, queda para siempre asociada a su persona el reconocimiento de su valentía, su maravilloso sentido del humor y su distinción interior y exterior que regocijaba el corazón. En este otoño, las hojas doradas han caído demasiado pronto; han caído como lágrimas incontenibles y han dejado un paisaje interior desolado que no es el otoño de siempre, con su serenidad apacible y su invitación al recogimiento. "Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada. temprano estás rodando por el suelo. ........................................................... A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero." ( de Elegía. Miguel Hernández) Tuky Carboni
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