Entre todos los asuntos polémicos que el Kirchnerismo ha tratado desde su llegada al poder en el 2003, se halla el presupuesto nacional de gastos y recursos. Sucesivamente en estos años, ha cumplido con el protocolo de su configuración, su envío al Congreso y éste lo ha confirmado sin un verdadero debate efectivo. Asimismo, el Presupuesto ejecutado ha cambiado sustancialmente del aprobado por el recinto legislativo. Soslayando la irrealidad de los supuestos económicos y de las especulaciones de ingresos y gastos, la difusa Ley 25.561 de Emergencia Económica, vigente desde enero de 2002 y prolongada hasta finales del 2015, ha posibilitado al Poder Ejecutivo alterar las partidas aprobadas y determinar los enormes recursos de forma discrecional. Lo mismo sucede con el Presupuesto de este año y seguramente sucederá con el del año que viene.
En primer lugar, es imprescindible dedicar un párrafo de esta columna a lo que es la denominada Ley de Emergencia Económica. Esta normativa, si es aplicada en situaciones que no la merecen, destruye la moneda, la autonomía del Banco Central, los contratos de todo tipo y concede facultades extraordinarias al Ejecutivo Nacional, violatorias de la Constitución Nacional. Se vuelve así inentendible que esta ley, la cual vencía originariamente a fines del 2004, continúe hasta ahora. Por su parte, los legisladores que en reiteradas ocasiones la prorrogaron, deberían rendir cuentas en los términos del artículo 29 de la Ley Suprema. Ahora bien, retomando específicamente el papel del Presupuesto Nacional, se debe expresar que el mismo es la principal legislación de ordenamiento que se debe presentar en un Estado año tras año. Sin embargo, hace un buen tiempo ya no lo discutimos como corresponde. El hecho de que esta falla se haya convertido en costumbre y pase casi desapercibido, es más grave aún. En su contenido se encuentran estimaciones de variables clave de la economía como lo son el crecimiento, la inflación, el tipo de cambio, entre otras. Es así, que en este punto, se debe recordar que desde hace años el oficialismo presenta cifras distorsionadas, produciendo un gran desorden. Según el Presupuesto armado por el Ejecutivo, el año que viene la economía crecerá 2,8%, la inflación será del 15,6% y el dólar oficial cotizará en promedio $ 9,45. La problemática está en que la inflación ya supera el 42%, el dólar real está a quince pesos y diversos especialistas proyectan una caída de la economía aproximada al -3%. Asimismo, el gasto total, según el Presupuesto, crecerá un 13,2%, cuando viene aumentado al 48% interanual. Las remuneraciones crecerán un 18% cuando el Estado invirtió este año un 41% más que en 2013. El pago de intereses subirá sólo un 15%, cuando se viene duplicando y creció un 101,4% de 2013 a 2014. Las asignaciones familiares a trabajadores crecerán solamente el 12%, la Asignación Universal por Hijo subirá un 29,3%, y el sistema previsional crecerá un 29,6%, todos por debajo del 42% de la inflación. Los subsidios a la energía, en plena crisis de esta índole, casi no tendrán cambios: pasarán de 106.568 millones de pesos a 106.945 millones. Es decir que las compañías recibirán un 40% menos de ayuda. En salud tampoco habrá grandes cambios: en 2014 se destinaron 37.937 millones de pesos y en 2015 pasaran a ser 41.158. La cuestión de la obra pública va más allá debido a que compromete a los gobiernos venideros: de las 762 obras previstas que implicarán más de un ejercicio, a 275 le asignan para el año que viene el 1% del total de la obra. Dicho de otro modo: destinan 273 millones para todos los proyectos, y dejan pendientes 80.100 millones. Por otra parte, en un ítem sumamente importante para nosotros, como ciudadanos del Interior, habrá menos recursos coparticipables para las provincias: en vez del 34% recibirán el 26%. En fin, muy pocos creen que las previsiones presupuestarias se van a cumplir. Durante varios años, el Gobierno subestimó los ingresos, de manera que pudo disponer a discreción de formidables recursos. Entonces, todo deriva a pensar que el Kirchnerismo continúa distorsionando cifras, creando desorden y que posee como uno de sus objetivos el poder manejar discrecionalmente los fondos públicos.Julián Lazo Stegeman