Pbro. Jorge H. Leiva
Esperanza para aprovechar el día
Un poeta latino llamado Horacio (muerto en el 8 a c) el principal poeta lírico y satírico en lengua latina escribió la conocida consigna; “Carpe diem quam minimum credula” traducido como “aprovecha el día, no confíes en mañana”. Hablaba de gozar el presente, sí, pero desde la percepción del inevitable camino que lleva a todo ser humano a la muerte.
En la tradición hebrea aparece –según la biblia- la consigna que dice “no te prives de pasar
un buen día” palabras citadas por el recordado papa Francisco en su exhortación a los
jóvenes. Y Jesús de Nazaret- según Mateo- decía en su sermón del monte: “No se inquieten
por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su
aflicción”.
Es evidente que en nuestro modo de vivir – en este agitado siglo XXI-hay semillas del
veneno de la decadencia y la degradación de nuestra condición humana y se hace difícil esa
realidad. Es por eso que en nuestros días se ha difundido una práctica que se llama
Mindfulness o Atención Plena con el propósito de lograr prestar atención de manera
consciente a la experiencia del momento presente con interés y aceptación. Fue un tal Jon
Kabat-Zinn, quien en EEUU introdujo esa práctica para el tratamiento de problemas físicos,
y psicológicos, dolor crónico, y otros síntomas asociados al estrés.
Este tipo de atención permitía aprender a relacionarse de forma directa con aquello que está
ocurriendo en sus vidas en cada momento presente para tomar conciencia de la realidad de
cada uno, dando oportunidad de trabajar con el estrés, dolor, enfermedad, pérdida o con los
desafíos de nuestra vida.
En contraposición, una vida en la que no ponemos atención, en la que nos encontramos más
preocupados por lo que ocurrió o por lo que aún no ha ocurrido, nos conduce al descuido, el
olvido y al aislamiento, reaccionando de manera automática. Es que la “atención plena” de
la que hablamos tiene que ver con la reconciliación del momento presente, del instante en
que estás aquí y ahora.
Por otro lado, se dice que la nostalgia es exceso de pasado, el stress exceso de presente y la
ansiedad un exceso de futuro: las tres realidades se hacen presente en el alma de nuestra
gente en medio de la multitud. Por eso es que para llegar a la “atención plena” del presente
es necesario saber de dónde uno viene teniendo en cuenta la identidad que da la historia
personal en medio de una comunidad y saber a dónde uno va, es decir tener un proyecto de
vida que nos lance al futuro. Nadie puede “aprovechar su día” si no percibió desde su
corazón el camino recorrido y por recorrer. Si en la historia de un joven-por ejemplo-
apareció la vocación de médico su ayer indica que hoy tiene que aprovechar su día en
función del estudio para mañana ser profesional de la salud. Sin la identidad que da el
pasado y sin el rumbo que da el proyecto la atención se vuelve difusa y caótica y es por
tanto imposible “aprovechar el día”: A quien no sabe quién es porque no sabe de dónde
viene y a dónde va siempre le costará mucho estar en el momento presente.
Agreguemos por último que para lograr esa atención plena es importante detenerse,
demorarse, meditar, meditar y rezar si somos creyentes. Nadie que viva acelerado todo el
día, toda la semana logrará la “atención plena”, nadie que “viva a mil” podrá narrar su
biografía y describir sus proyectos para aprovechar su día en relación a esas dos variables
que son la del pasado y la del futuro.
En definitiva, intentar vivir con intensidad cada jornada y cada momento tiene que ver con
la historia personal y con el futuro percibido como proyecto de vida.
De ese modo puede establecerse la verdadera esperanza para el corazón humano, para las
familias, y las civilizaciones.