Razón crítica
Hiperstición y las amenazas de las promesas
En un mundo donde la información se propaga a una velocidad sin precedentes y las narrativas moldean nuestra percepción de la realidad, el concepto de hiperstición emerge como una herramienta crucial para entender cómo las promesas políticas pueden influir en la sociedad. La hiperstición, término que combina "hiper" (exceso) y "superstición", se refiere a las ideas o narrativas que, al ser creídas y propagadas, contribuyen a su propia realización. Este fenómeno, originalmente asociado con la ficción especulativa, encuentra en la política un terreno fértil para su aplicación y análisis.
El poder de las narrativas políticas.
Las promesas políticas son, en esencia, narrativas cargadas de potencial. Los políticos, conscientes del poder de la palabra, utilizan estas promesas para captar la imaginación y el apoyo de los ciudadanos. Sin embargo, no todas las promesas son concebidas de igual manera; algunas están basadas en proyectos factibles y otras en meras ilusiones. Aquí es donde la hiperstición entra en juego.
La hiperstición sugiere que ciertas ideas, aunque inicialmente ficticias o improbables, pueden hacerse realidad a través de la creencia y la acción colectiva. En el contexto político, esto significa que una promesa repetida con suficiente convicción y respaldada por una masa crítica de seguidores puede trascender su origen especulativo y materializarse en políticas y cambios reales.
El riesgo de la hiperstición en la política.
Este potencial transformador de la hiperstición no está exento de riesgos. La frontera entre lo posible y lo imposible se vuelve difusa, permitiendo que promesas poco realistas adquieran una apariencia de viabilidad. La ciudadanía, enfrentada a un torrente constante de información y desinformación, debe desarrollar una aguda capacidad crítica para discernir entre lo factible y lo fantástico.
El filósofo inglés Nick Land, uno de los principales teóricos de la hiperstición, argumenta que estas narrativas tienen el poder de modelar el futuro al influir en la percepción y las acciones del presente. Land sugiere que la hiperstición no solo describe cómo las ideas afectan la realidad, sino que también puede ser utilizada intencionalmente para dirigir el curso de eventos hacia futuros específicos. En la política, esto implica que las promesas pueden ser empleadas estratégicamente no solo para ganar votos, sino también para instaurar nuevas realidades sociopolíticas.
La responsabilidad ciudadana ante las promesas políticas.
La responsabilidad de la ciudadanía es crucial para mitigar los efectos negativos de la hiperstición en la política. Un electorado informado y crítico puede actuar como un freno ante las promesas infundadas. Es fundamental que los ciudadanos analicen las propuestas con un enfoque basado en evidencias, evaluando la viabilidad y los antecedentes de quienes las formulan.
Además, la educación cívica juega un rol vital. Una sociedad que comprende los procesos políticos y las limitaciones estructurales está mejor equipada para reconocer cuándo una promesa es simplemente un artefacto hipersticional y cuándo tiene el potencial de convertirse en una realidad tangible.
El papel de los medios de comunicación.
Los medios de comunicación tienen un papel dual en este escenario. Por un lado, pueden ser vectores de hiperstición, amplificando promesas y narrativas sin un adecuado escrutinio. Por otro, poseen la capacidad de actuar como guardianes de la verdad, sometiendo las promesas a un riguroso análisis crítico y presentando a la ciudadanía información verificada y contextualizada.
Para cumplir este papel de manera efectiva, los medios deben mantener altos estándares de ética periodística y resistir la tentación de priorizar la velocidad y el impacto emocional sobre la precisión y la profundidad. El periodismo de investigación, en particular, se convierte en un baluarte contra la proliferación de promesas hipersticionales que carecen de fundamento.
En la encrucijada entre la realidad y la ficción, la hiperstición ofrece una perspectiva reveladora sobre cómo las promesas políticas pueden moldear el futuro. La ciudadanía, en su rol de receptora y agente de estas narrativas, tiene el poder y la responsabilidad de discernir, cuestionar y exigir rendición de cuentas. Solo así se puede garantizar que las promesas políticas se fundamenten en la posibilidad y no en la mera ilusión, orientando el rumbo hacia un futuro construido sobre bases sólidas y realistas.
Julián Lazo Stegeman