Pbro. Jorge H. Leiva
La Biblia y la esperanza
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Todos los años en el mes de septiembre consideramos en el catolicismo la importancia de la
Biblia en la vida de la Iglesia.
Entre los católicos-aclaremos- a las Sagradas Escrituras las leemos de la mano de la
Sagrada Tradición ya que en su conjunto son como dos canales de un mimo río. Además,
nos dejamos guiar por el Magisterio de los papas y los obispos que han acompañado al
Pueblo-durante dos milenios- en la interpretación y actualización de lo que aprendemos con
el corazón de la Revelación.
Se puede definir al hombre como un ser que busca la verdad y al que le desagrada la
mentira y el error; estamos sedientos del sentido que nos da la palabra y sin ese sentido que
nos dan las palabras y la Palabra no puede haber esperanza.
Por supuesto a ciertas verdades la podemos encontrar también en la filosofía y las ciencias
ya que razón y fe son como dos alas de un mismo vuelo. Pero es Dios el que nos da las
respuestas definitivas.
Cabe señalar que en los últimos siglos en el pensamiento han existidos serias dificultades
en torno a todo esto: por un lado, hay creyentes que desacreditan la razón como camino de
acceso a la verdad, hay pensadores que creen que es imposible acceder a ella o que sólo
existen certezas matemáticas; hay quienes desconfían sistemáticamente de toda transmisión
cultural y desprecian entonces las nobles tradiciones de los pueblos como fuentes de
verdadera educación.
Pero cuando todo es relativo lo que prevalece es la razón del que grita más fuerte: la
propaganda salvaje e inmediatista del mercado y del estado ha reemplazado, en demasiadas
oportunidades, a la sabiduría.
Por otro lado, como cada uno de nosotros va dejando “huellas digitales” y el celular nos
devuelve solamente lo que refiere a la mirada personal muchas veces no logramos acceder a
la verdad de la Palabra pues quedamos encerrados.
Sin embargo, los católicos tenemos la posibilidad de salir de ese circuito y de dejarnos
llevar por “las alas del pensamiento” recurriendo por un lado a la noble sabiduría filosófica
y por otro a los “tesoros escondidos” en la Palabra transmitida por la Escritura y la
Tradición. Estamos en la vanguardia en la sabia batalla contra las “nuevas ignorancias”.
Para eso estamos llamados a ser discípulos en el silencio de la lectura orante de la Biblia, y
misioneros de la esperanza que da el sentido de la vida; estamos invitados además a
escuchar los domingos los textos que nos regala el Espíritu a través de la liturgia pues la
Iglesia es madre va educando a su hijito.
Y como nuestra fe no es mera contemplación abstracta, es diálogo interpersonal con la
Trinidad (con el ejemplo de María de Nazaret que guardaba la Palabra): el Otro nos lleva a
los otros y es por eso que estamos invitados a vivir llevando a la vida cotidiana lo que
meditamos desde la Palabra: hoy urge que seamos mensajeros de esperanza con nuestras
vidas en la familia, las asociaciones intermedias, el cuidado del medio ambiente, el
horizonte de la política, la economía y las finanzas.
Es interesante lo que ha sucedido en estos días en Roma: el papa ha declarado santo a un
gurí que murió de leucemia a los 15 años en el 2006 en Italia: se llamaba Carlos Acuti y su
breve vida fue un testimonio de fidelidad a la Palabra creída, celebrada y practicada en la
caridad y la evangelización a través de los medios digitales.
Los católicos con la Escritura en la mano leída a la luz de la Tradición y el Magisterio
podemos ser profetas de esperanza. ¿Te animás vos también?