Exequiel Escobar: “Bolivia, corazón de América”
En esta edición continuamos con el ameno relato de Exequiel Escobar acerca del viaje poco convencional y lleno de curiosidades que realizara en vacaciones de verano junto con Indalecio Carboni Bisso y Arturo Aizcorbe. Exequiel, con natural humildad, reconoce la colaboración de Indalecio, (en este momento de cabeza en sus estudios), en la redacción de estos hermosos recuerdos. Para ubicarnos: Habían llegado a Humahuaca, recorrían este hermoso lugar y disparaban la cámara fotográfica para todos los ángulos.
"Agotada la imaginación artística nos dispusimos en las escalinatas a disfrutar del aire limpio, de la indescriptible vista y de las anécdotas muy entretenidas e interesantes de un feriante. Al poco tiempo de finiquitar el mate, el estómago ya nos solicitaba atención, aunque aún estuviéramos a media mañana. De aquí que camino al hostel nos hicimos de media docena de empanadas caseras; ¡excelentes!Más tarde, cuando ya nuestro compañero se encontraba algo más compuesto, salimos nuevamente y, tras visitar todo recoveco del pueblo, pasamos hasta el anochecer, cuando ya el frío nos empujaba a abrigarnos, en la plaza principal. En esta oportunidad la compañía no sólo fue potestad del mate, sino de un grupo de chicos que al igual que nosotros se encontraban en la inolvidable visita al norte argentino.Ya preparados para enfrentar el frío seco del anochecer en la quebrada nos dirigimos a una casa de comidas, recomendada en esa tarde por uno de los feriantes. En ella cenamos, ya con la digestión algo más habituada a la altura, cazuela de llama, a excepción de Arturo que por precaución se pidió un bife de ternera. Para los que aún no hayan tenido oportunidad de comer carne de este amistoso cuadrúpedo, debo decirles que es una carne tierna, muy parecida al cordero, y como tal, muy sabrosa. Tras el último bocado ya nos comenzábamos a despedir de esta bellísima ciudad. ¡Adiós Humahuaca!Nos dirigimos al hostel, pues bien temprano partíamos rumbo a La Quiaca. En efecto así fue, tras unas tres horas de viaje arribamos a esta gran ciudad norteña. Eran aproximadamente las once de la mañana cuando comenzamos a caminar hacia el paso fronterizo. Habíamos caminado unas pocas cuadras cuando ya se divisaba la columna de gente dispuesta para el paso hacia nuestro país hermano, Bolivia. Luego de unas dos horas, sin ningún inconveniente, ya teníamos nuestros pies en suelo boliviano, particularmente en la ciudad de Villazón. Aquí nos topamos con algo verdaderamente inesperado, el peso argentino se cambiaba por tan solo 0,95 bolivianos; nuestro presupuesto original había sido calculado en base a un cambio de 1,30 bolivianos, o a 1,20 en el peor de los casos. Sin acusar demasiado el golpe, nos miramos y al instante entendimos que tendríamos que ajustarnos algo más de lo esperado, nada que impidiera seguir disfrutando del viaje como hasta el momento.Si bien nuestro itinerario marcaba que el siguiente destino era Uyuni, por diversos motivos, entre ellos la incertidumbre del servicio ferroviario y el hecho de que el próximo servicio de ómnibus era recién al día siguiente hubo quorum inmediato por un cambio de planes; ¡y vaya si acertamos! En una camioneta para siete pasajeros, partimos hacia la mágica, extremadamente atractiva, intrigante y misteriosa Potosí. Allí, luego de una agitada e inquietante búsqueda de hostel, encontramos en dónde pasar las próximas dos noches. No sólo el hostel brindaba comodidades más que suficientes sino que contiguo a él encontraríamos dos grande personas, Doña Vicenta y su hija Nelsa. Atendían un humilde almacén, éste contaba con apenas dos pequeñas mesas. Al ingresar no dudamos un instante en quedarnos esa noche a cenar. La atención, amabilidad y la exquisita comida, provocó que los días restantes volviésemos a la hora del almuerzo y de la cena. Gratas e interesantes charlas se dieron lugar, particularmente motivadas, por la dicharachera y culta Vicenta.El primer día en Potosí, nuestra primera parada fue en la Casa de la Moneda, lugar en el cual se acuñaban las monedas de plata extraída del ahora ya agotado Cerro Rico. Aquí se puede apreciar la evolución en las técnicas empleadas, ingresar a los recintos en donde se encuentran las enormes máquinas utilizadas y comprender el laborioso proceso que recorría el preciado metal desde los ingenios hasta convertirse en moneda. Aunque el entusiasmo y prestancia de la guía que nos tocó en suerte no fue el más atinado, no visitar la Casa de la Moneda es negarse la oportunidad de conocer parte fundamental de nuestra historia.Al salir de allí, luego de las fotos de rigor, nos dirigimos hacia los ingenios. Vaya decepción nos llevamos al constatar que uno de los dos ingenios que teníamos noticia no nos permitía el ingreso, al parecer no era lugar apto para "turistas curiosos". Sin insistir demasiado, pero algo apenados emprendimos el camino hacia el Museo del Convento de San Francisco, lugar que superó ampliamente nuestras expectativas. Primer templo de la ciudad de Potosí, fue fundado en el año 1547 por solicitud e insistencia del general Pedro de Hinojosa. En su interior se puede apreciar en tamaño natural la imagen del Cristo de la Vera Cruz, talla de aspecto indígena que data de 1550. Antiguamente se solía, en Semana Santa, principiar la procesión con la misma, pero debido a su antigüedad, en la actualidad sólo se repite cada 50 años. Diversos pintores y escultores, entre los cuales se destaca el pintor español Melchor Pérez de Holguín, han dejado un numeroso legado mediante sus obras, legado que se puede apreciar en dicho templo, el cual es depositario de unos doscientos cuadros antiguos. Como si esto no bastara, el templo cuenta con un mirador en su terraza desde el cual se puede avistar gran extensión de la ciudad, las palabras seguro serán escasas para expresar tal belleza. Dicho mirador no sólo permite tal privilegio sino también invita a trasladarse en el tiempo y recapacitar respecto de nuestra historia, historia que en cada rincón de esta mágica ciudad se desboca por salir y dar la cara. Por último, debajo del altar se puede acceder a unas pequeñas catacumbas en donde eran depositados los restos de las personalidades más importantes de la clase alta, las excepciones sólo se contemplaban previo pago de una importante suma de dinero a la iglesia, pues se creía que estando más cerca del altar, o mejor dicho, más cerca de Dios, la eternidad se tornaba aún más prometedora. Con lo dicho queda claro que, de visita por Potosí, concurrir a este histórico convento es una cita obligada.La tarde caía sobre la ciudad cuando estábamos llegando al hostel. Había que descansar y apaciguar la ansiedad, e incluso el temor reclamaba su lugarcito, de lo que nos esperaba al día siguiente; ¡entraríamos en las entrañas del Cerro Rico!
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